Con el continuo objetivo de incorporar talento en mi empresa, cada semana entrevisto a un candidato entre los preseleccionados por el departamento de RRHH. Acostumbrada a revisar currículos, observo que los jóvenes profesionales IT difícilmente permanecen más de tres años en las empresas que les contratan.
Pero el otro día di con un CV que se llevaba la palma de oro: el candidato tenía doce años de experiencia y había pasado por ¡dieciocho empresas! Hice mentalmente la división para deducir que había permanecido en cada puesto una media de tan solo ocho meses. En la práctica, tan breve plazo no da para conocer una empresa, aportar valor a un equipo o ver los frutos conseguidos del trabajo. El perla iba saltando de flor en flor, buscando en cada cambio una mejora económica, un trabajo más cómodo, un jefe más simpático… no sé. Todo suposiciones, porque obviamente no perdí el tiempo en entrevistarlo, ni siquiera por la curiosidad de conocer sus motivos y conclusiones.
Soy consciente de que los tiempos de hoy distan mucho de aquellos en que nuestros padres y abuelos que (salvo por razón de quiebra o despido) se jubilaban con el primer empleador que les había contratado. Pero en este momento, cuando proliferan los ninis vocacionales y salimos de una crisis con una tasa de paro juvenil exagerada, tanta rotación no deja de sorprenderme.
Y esto no es mal exclusivo del sector tecnológico, con perfiles más escasos. Mi amiga Pilar, que trabaja en el sector retail, se desespera por el tiempo y energía consumidos en reclutar y formar personal que en poco más de un año dejará el nido. De las treinta personas que conforman su empresa, salvo los dos jefes y dos veteranas con toda su vida profesional en la compañía, el empleado más antiguo no cumple los dos años.
¿Por qué tanta rotación? No acierto a comprenderlo, aunque supongo que se juntan varias razones. Incluso en los contratos indefinidos, las indemnizaciones por despido no alcanzan los importes libres de impuestos de antaño, lo que resta valor a la antigüedad laboral. La actual cultura hedonista hace que muchos millennials se muevan atraídos por nuevos puestos que pintan mucho mejor, aunque probablemente acabarán teniendo más de lo mismo y reanudarán la búsqueda de su El Dorado laboral. Supongo que la proliferación de Head Hunters que escanean continuamente el mercado laboral a través de Linkedin para recibir entre un 15 y un 20% por cada contratación, es otra de las causas de tanta movilidad. Incluso es posible que las políticas empresariales de mesas calientes, donde los trabajadores ocupan cada día un sitio y todos sus efectos personales caben en un estante, confieren al trabajo un aire de temporalidad.
Sean cuales sean las razones, creo que la excesiva rotación que sufren hoy las empresas lastra su productividad y capacidad de evolución ¿Cómo emprender un proyecto de transformación empresarial a dos o tres años vista, cuando raramente los que empiezan durarán para terminarlo?
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