Miro a mi alrededor en mi oficina y en las de las empresas con las que mantengo relación comercial para constatar que, de un tiempo a esta parte, las corbatas han ido desapareciendo del paisaje.
Lenta y sigilosamente, las corbatas van dejando de ceñir los cuellos varoniles, incluso en las empresas financieras, auditoras o consultoras, tradicionalmente las más formales en lo que a look se refiere. Las americanas de los ejecutivos ahora cubren camisas con los primeros botones abiertos y pantalones de vestir ceñidos y fashion. Descubro con sorpresa que algunos guardan una corbata dentro del bolsillo, que dejan entrever con un pico saliente como si se la hubieran quitado momentáneamente.
Y qué decir de administrativos, programadores y otros perfiles no ejecutivos que han renunciado al uso diario de la chaqueta. Las camisas se encuentran en proceso de sustitución por camisetas de algodón con colores y dibujos de dudoso gusto y mangas cortas que enseñan brazos tatuados. Llego a pensar que algunos de los trabajadores más jóvenes nunca han vestido una americana, ni siquiera en las bodas.
Concluyo que llevar corbata en el trabajo hace parecer viejuno, casposo o estirado, sobre todo con trajes demasiado oscuros. Es ésta una indumentaria que debe reservarse para las ocasiones más solemnes, como los funerales (tomen nota los asesores de imagen de Puigdemont y su equipo, que parecen ir de entierro constantemente).
Bromas aparte, más allá de una evolución indumentaria, la incorporación de la generación millennial al entorno laboral está suponiendo una profunda transformación en actitudes y comportamientos en el trabajo. Un amigo, socio de una prestigiosa firma de consultoría me cuenta que, en una recepción a los jóvenes incorporados a la compañía en la última remesa, reparó en las zapatillas deportivas que destacaban en los pies de uno de ellos.
En plan colega, durante la conversación casual que mantenían con una bebida en la mano, le encajó una referencia a su calzado: “En nuestra organización, si tienes algún talento especial, puedes venir a trabajar con deportivas. Pero si no es así, tendrás que ponerte zapatos como todos”. A lo que el chico contestó con una simple frase: “Vendré con deportivas”.
mundo laboral