Leo con estupefacción un artículo en prensa sobre el trocito de tirante blanco que la reina Letizia dejó ver bajo su encaje de Guipur durante la conmemoración en el Congreso del 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas. Beatriz Miranda expresa su gran preocupación porque “este año le hemos visto tres descalabros: mancharse de carmín los dientes, ponerse una trenza muy mal hecha coronando su frente y, lo último, enseñar el sujetador en el Congreso”.
Esto es solo una muestra: repasando las menciones a la reina en la prensa, parece que su labor no fuera de consorte del jefe del estado, sino de modelo publicitaria. Resulta prácticamente imposible encontrar referencias a las muchas o pocas causas que apoya, ni criticas buenas o malas a sus discursos. Solo ropa, peinados, zapatos, actitud con sus hijas, posturas en los actos públicos…
Igual sucede con otras famosas consortes como Melania Trump, Rania de Jordania o Máxima de Holanda, por citar algunos ejemplos. Estamos acostumbrados a que los medios únicamente hablen de sus atuendos más o menos apropiados, si han adelgazado, la altura de sus tacones. Y qué decir de Brigitte Macron: nos han informado hasta la saciedad sobre la enooooorme diferencia de edad con su marido y lo truculento del inicio de su relación amorosa.
Vale, son “solamente” consortes. Pero ¿y qué decir de Theresa May? Nos gusten o no sus ideas y su Brexit, podemos encontrar mil referencias a su imagen y su predilección por los zapatos atrevidos, e incluso se ha creado una cuenta en Instagram @theresamaystyle, para seguir las actualizaciones sobre las tendencias de moda de la PM, que tiene la delicadeza de aclarar en su título que no es una página sexista.
Y cuando en 2011 tomó Soraya Saenz de Santamaría posesión como presidenta, se habló durante algún tiempo de su manicura, sus peinados e incluso la gran sortija de Aristocrazy que gustaba lucir en su dedo.
No sólo en política: ríos de tinta sobre el aspecto de las Koplowitz, sus sonados divorcios, sobre la pérdida del marquesado de Alicia o su colección de arte, y pocos artículos sobre su labor profesional al frente de FCC, que consiguieron fuese la mayor empresa constructora de España, o sobre sus actividades filantrópicas.
Algunos lectores podrán alegar que estas referencias son anecdóticas pero ¿por qué los periodistas no hablan con la misma intensidad de los trajes, el pelo, las barbas, la figura, el desaliño, los atuendos vacacionales de algunos de nuestros hombres de la política o la empresa? El lector consume lo que los medios disponen.
Y luego nos quejamos de que la falta de modelos de referencia femeninos en la industria, la ciencia, las finanzas, la política, es uno de los factores que limitará el desarrollo profesional de nuestras hijas.
Nota: he tomado prestada la fotografía de ABC.es que muestra en primer plano el discurso de Ana Pastor, mujer política relevante y Presidenta del Congreso, en lugar del encaje rojo y el trocito de sostén de la reina.
mujersociedad Maria C. Orellanael