Se cumplen estos dÃas 40 años de aquella final de Copa entre Real Madrid y Castilla (6-1). Se cumplen ahora y no el 4 de junio, que fue cuando se jugó, porque aquel campeonato lo ganó el madridismo antes de llegar a la final. Como dijo ABC: «Habrá final Madrid-Madrid, o Real Madrid-Castilla, que es lo mismo». Frase que, los que vivimos como aficionados aquel mes de mayo, podemos atestiguar. El tÃtulo de campeón se logró en el mismo momento en que ambos equipos eliminaron a todos los demás…
Cuando Real Madrid y Castilla llegaron a la final no se jugó nada… El juego habÃa terminado para los aficionados en las semifinales, es decir, el hecho de que ambos no pudieran enfrentarse en eliminatorias (dos veces cayó en el sorteo entre padre e hijo y la bola hubo de volver al bombo) convertÃa el campeonato en un desafÃo para que hubiera un Madrid-Castilla. Y ese partido se jugó. El campeón era de ChamartÃn fuera quien fuera. En ese Castilla habÃa jugado Sabido (del primer equipo en la final) al empezar la campaña. Y Pérez GarcÃa, del filial, no jugó la Copa por si el Real Madrid lo utilizaba (de hecho, subió mediado el curso). El ambiente de la final del Bernabéu no fue el mismo que en las semifinales (dos partidos que fueron una fiesta, jugados a cara de perro un jueves y un sábado de la misma semana, en el mismo césped, con acceso gratuito para los socios en localidades sin numerar). Los hinchas entonces entrábamos hora y media antes de que empezara el choque, para conquistar mejor sitio y poder tener visión. Una gran parte de los que asistimos a los partidos de aquella Copa, del Madrid y del Castilla, no fuimos a la final. Yo, entre ellos. La historia ha escrito este capÃtulo de contienda por voz de los jugadores. Pero el fútbol es de los aficionados.
A pesar de que aquel año el Real Madrid hizo el doblete (solo lo ha vuelto a repetir una vez, en 1989, desde entonces) habÃa en el ambiente una gran frustración por la eliminación en Copa de Europa ante el Hamburgo, en semifinales, con una paliza (5-1) que doblegó el 2-0 de la ida. Aquella final europea, para desolación merengue, fue en el Bernabéu; la jugaron HSV y Nottingham, que fue campeón. Juanito Gómez, en uno de los goles de la final de Copa, hizo un gesto de furia a la grada, en clara señal de que todo no era fiesta. Busquen y observen la celebración de los goles por parte de los jugadores y verán que aquello no fue una verdadera final, que la celebraron juntos, vencedores todos, en una foto para la historia (puede verse estos dÃas un magnÃfico reportaje en Vamos Movistar televisión, de Raúl Ruiz La Copa más blanca).
El Real Madrid llegó a la final tras superar a Logroñés, Betis, y Atlético (por penaltis. GarcÃa Remón le paró uno en la prórroga a Dirceu). Y el Castilla eliminó invicto a Extremadura, Alcorcón y Racing. Y a los Primeras Hércules (4-1, 4-0, con prórroga. No habÃa goles doble), Athletic (0-0, 1-2), Real Sociedad (2-1, 2-0. López Ufarte falló al palo del fondo norte un penalti) y Sporting (2-0, 4-1, con 3-0 al descanso, con un Ricardo Gallego colosal). El filial conquistó las simpatÃas de toda España.
HabÃa aquellos años una relación muy curiosa entre los aficionados del Real Madrid con el equipo filial. El Castilla habÃa conseguido por primera vez el ascenso a la Segunda división en la 78-79. Decidió jugar los partidos los sábados por la tarde (entonces no era hora de fútbol) en un Santiago Bernabéu que albergaba muy poco público, unos 20 000 espectadores de media. Con un aficionado muy fiel y muy crÃtico. No pasaba una. Muy exigente. Más exigente aún que en los domingos de los Pirri, Benito, Stielike y Santillana. El acceso al estadio era libre (con el carné de socio) excepto la tribuna de preferencia (al lado del palco, que entonces estaba enfrente a ahora, en el lado de la Castellana). Con los años, concluà que la exigencia del público con los jugadores formaba parte de eso que se llama «curtir al futbolista». El peso de la responsabilidad de ir 1-1 en ChamartÃn en un minuto 85 hay que sufrirlo… Y en aquel Castilla bien que lo sabÃan los Cortés, MartÃn Roales, Blanco, Castro, Moreno, Pozo…las figuras de aquel primer filial en Segunda. También el hecho de que los filiales pudieran jugar la Copa permitió a aquel Castilla, ya al año siguiente, tener la experiencia de partidos «de verdad», con la exigencia de su público, con la responsabilidad del juego (el fútbol no consiste en pasarlo bien, créanme, sino en derrotar al rival).
Ocurrió de pronto un hecho excepcional, el Castilla- Real Sociedad de vuelta en cuartos. Se jugó un dÃa festivo, 1 de mayo. Y como siempre, la entrada fue gratuita (socios) en todo el campo. Un primer anfiteatro sentado era igual que el gallinero, que siempre quedaba vacÃo, claro. Aquel 1 de mayo, toda la ciudad, después de comer, debió de pensar ¿por qué no vamos al Castilla, que dicen que juega muy bien…? Y de pronto, el Bernabéu se puso a reventar, con el problema de aglomeración por la ubicación libre en toda la grada. Aquello era un disparate. En aquella época, el 70% del aforo era de pie. Y llegar tarde significaba no coger sitio, no poder ver juntos el partido con tus amigos… Aquel Castilla- Real Sociedad lo vi en el gallinero del tercer anfiteatro. Jamás habÃa ido allÃ. La remontada del Castilla (2-1 habÃa perdido en Atocha, ante un lÃder invicto en la Liga) fue la preparación a la leyenda (el dÃa del Castilla-Athletic, 0-0, fueron poco más de los mismos 20 000 de siempre). Pero eliminar a la Real en cuartos con tanta gente fue una proeza…
Con los años, los aficionados del Real Madrid confundieron aquella gesta con la de la Quinta del Buitre, que no pudo repetir hazaña al caer en cuartos con Las Palmas (los dos eran de Segunda), y perder el Madrid en San Mamés en semifinales en los penaltis. Aquella final de Copa, de Maradona y las patadas, estaba diseñada para otro Madrid- Castilla cuatro años después. Un Castilla de la Quinta con mas fútbol que el de la final, sin duda (me veÃa todos los partidos) pero el Castilla de Juanjo, con AgustÃn, Juanito, Castañeda, Bernal, Gallego, Cidón, Pineda, Paco…fue un equipo curtido, que manejaba la adversidad de forma espléndida. En Liga, fue séptimo en esas dos campañas en Segunda. Porque daba igual ser sexto que undécimo, pero si el partido entraba en los minutos «de la verdad» demostraban que no daba igual fallar un pase. Y no se fallaba, claro. Era un Castilla impregnado de un espÃritu de lucha admirable, que es lo que de verdad siempre ha exigido el Bernabéu, y que quedó plasmado en una foto de campeones todos juntos, con las camisetas intercambiadas. Y nada que celebrar: ya se habÃa ganado en semifinales, un 22 y 24 de mayo como ahora.
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