La luz de mayo de 1966 que dora la plaza de las Ventas entra por la ventana y roza mi costado izquierdo. Estoy tumbado boca arriba sobre la mesa de la cocina, desnudo. Lloro. Mi abuela y mi madre dejan de fregar platos y se giran hacia mí. No hallan nada extraordinario en el bebé y regresan a la tarea. Lloro. Muy intensamente. Se vuelven, mas sorprendentemente estoy callado otra vez. Se giran por sorpresa y descubren lo que ocurre. Me estoy haciendo pis y los orines me caen sobre la boca en parábola, pues tengo una erección duradera, algo impensable en 2015 pero muy frecuente en los años 60 de aquel siglo viejo.
Hay visita: dos señoras con pinta convencional, una con aspecto de guacamayo y una chica. Me he hecho caca encima y huele, así que mi tía mira a la pollita quinceañera y pronuncia las palabras mágicas: “¿Quieres cambiarlo tú?”. Un destello de espanto en sus pupilas indica que la mocita está pensando “Sí: precisamente venía con la esperanza de pringarme con las heces hediondas de un bebé parido por otra”. La vida me enseñará que “¿Quieres cambiarlo tú?” y “¿Te apetece cogerlo?” son frases sin sentido muy repetidas. Aquel día me desnudaron en público y, por supuesto, una de las señoras dijo al mirar mi escroto eso de “¡Qué barbaridad, a este niño se lo van a rifar las chicas!”. El vaticinio es de una lógica aplastante. Como es sabido, las chicas en edad de copular examinan en la calle el tamaño de los testículos de sus pretendientes, hacen una rifa de machos ordenados por el volumen de éstos expresado en centímetros cúbicos y se van quedando con los individuos más aptos para aparearse.
Hay frases que no hacen que nuestra existencia sea más divertida, especialmente cuando pecan de repetidas. Entre ellas se encuentran:
– “Qué calor” (la gente suele identificar las altas temperaturas sin necesidad de que las subrayemos).
– “Qué frío” (en enero suele ser invierno).
– “Ya ves: de lunes”.
– “Por fin es viernes”.
– “Por fin es jueves” (un superventas español reciente).
Los lingüistas han identificado las tres frases más idiotas de la historia de nuestra especie. La primera forma parte de los currículos: “Amigo de sus amigos”. Suele ocurrir que lo seamos: el problema es que, a los ojos de un seleccionador inteligente, ese currículum dice “Soy tonto y vulgar”. La segunda es “Yo por las buenas bien, pero por las malas…”. La oración restante es “¡Tranquilo, que no muerde!”, pronunciada cuando Destructor está llegando a la médula de nuestra espinilla con sus colmillos. No muerde…al dueño.
A @letiguerrera
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