Esperanza Aguirre ha vuelto a hacer una de las suyas, dicen en el Partido Popular, una “aguirrada”, comentan algunos con ironía, pero ha “ido demasiado lejos“, apostillan otros.
Lo cierto es que, al margen de lo cómica que pueda parecer la secuencia de una expresidenta de un gobierno autonómico perseguida por la Policía Municipal por las calles de Madrid, tras huir al ser sancionada por aparcar en el carril bus, lo peor es el mal ejemplo que acaba de dar una de las políticas que más se afana en defender los “principios y valores”. Unos principios entre los que se encuentran el respeto a la Ley y a los agentes de la autoridad.
Esperanza, que ya ha reconocido su error, no puede defenderse atacando a los agentes policiales afirmando que su actuación ha sido una actitud machista. No puede intentar ocultar la gravedad de lo sucedido apelando a un supuesto interés por convertir en un escándalo, por ser ella quien es, lo que ha sido una violación flagrante de las normas de tráfico.
Esperanza no puede llevar su liberalismo ideológico, al que ella tanto apela, hasta el extremo de hacer caso omiso a la autoridad policial.
Otros temas Paloma Cervilla Garzónel