Querido Adrián, ya has conseguido tu sueño: ser torero. Has alcanzado la gloria del público cuando, a pecho descubierto, has salido a lidiar en el ruedo de Twitter y te han dado oreja y rabo a modo de ovación por el intolerable ataque que has sufrido de unos salvajes que no saben nada de lo que es la humanidad, el respeto, la tolerancia…
Tú ya eres torero, porque frente a la intransigencia de los que se creen con derecho a cuestionar con saña los sentimientos ajenos, tú has levantado un muro de solidaridad y de apoyo, que ha terminado por aislarlos y por convertirlos, porque no decirlo, en apestados de la sociedad, entre quienes incluso no son partidarios de la Fiesta Nacional.
Adrián, ya has entrado en la historia de la Tauromaquia, porque en estos tiempos convulsos, en los que que parece que todo vale y que se puede insultar y despreciar desde el anonimato de Internet, tú has escrito una página llena de coraje, de ilusión y de respeto por este mundo del toro.
Adrián, esos miserables que han deseado que el cáncer gane la batalla a tu pequeño cuerpo y que el astifino pitón de este morlaco se lleve por delante tu sueño, no son nada, comparados con toda esa ola de admiración y de respeto que se ha levantado en armas para decir: ¡Basta ya!
Querido Adrián, ganarás esta corrida del cáncer, te curarás de tu enfermedad, pero para estos malnacidos no hay remedio. Su enfermedad: el odio en el alma, no se cura.
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España Paloma Cervillael