No me extraña que hoy el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no estuviera en su sillón azul del hemiciclo del Congreso de los Diputados durante la intervención de todos los grupos políticos que se negaron a apoyar su reforma laboral. Fue la diputada Rosa Díez la que alertó de esta ausencia a los que seguimos la sesión parlamentaria en una zona donde no se pueden ver las entradas y salidas del presidente.
Realmente solo estuvo al principio, unos minutos, pero supongo que le daría mucho corte sostener la mirada de los 350 diputados de la Cámara, que representan a millones de españoles, a muchos de los cuales les había hecho creer que nunca recortaría derechos sociales, y muchos menos que aprobaría una reforma laboral para facilitar el despido de esos mismos trabajadores a los que dice proteger.
No creo que haya razón de fuerza mayor para que el presidente se ausente de esta sesión parlamentaria, en la que tendría que haber dado la cara, no sólo para votar. Los españoles querían verlo sentado en su banco azul y no escondido en su madriguera para no ver ni escuchar nada. Abandonado por la izquierda y solo en su laberinto político del que no sabe salir, menos mal que le queda su secretaria de Organización, Leire Pajín, que hoy por la mañana lanzó una arenga al Grupo Parlamentario del Senado en un intento de sacarlo de la "depre", que tampoco Zapatero quiere reconocer.
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España Paloma Cervillael