Supongo, o quiero suponer, que la mayoría de catalanes sensatos ya se habrán dado cuenta de que el verdadero problema de Cataluña es la corrupción. Ni la independencia, ni el España nos roba, ni el manoseado discurso del llanto permanente, han sido nunca más que maniobras disuasorias para despistar sobre el fondo del asunto: el supuesto saqueo de las arcas públicas y la compra de voluntades empresariales para acceder a las grandes obras, a cambio de un piquito para financiar esta gigantesca campaña de propaganda de “que mal se porta el resto de España con nosotros”.
Por mucho que Mas se empeñe en seguir denunciando, una vez más, una persecución de todo el mundo contra Cataluña, los datos sobre el sistema de mordidas en la antigua Convergencia son tan abrumadores, que yo espero que los catalanes desmonten el mito de la quimera absurda de la independencia, que le han inyectado en vena durante años.
El debate en Cataluña no debería ser si Rajoy recibe a Puigdemont o no, o cuando vamos a poner las urnas en la calle para celebrar esa consulta de juguete, o si vamos otra vez a hablar del dinero que doy o que me quitan; sino si el informe de la Fiscalía Anticorrupción, detallando el sistema de financiación irregular del viejo partido de Pujol y Mas, es la prueba de la anestesia a la que esos gobernantes han sometido a los catalanes durante mucho tiempo con un discurso independentista como manta que tapaba la corrupción.
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España Paloma Cervillael