“A ver quién quiere este torito”. Así de expresivo se refería Javier Arenas, días después de haber ganado las elecciones en Andalucía, aunque no podrá gobernar, ante la posibilidad de abandonar la presidencia de los populares andaluces y que otro venga a coger las riendas de esta misión, que parece imposible para el partido de Rajoy.
Y no le faltaba razón, con sus errores y aciertos, nadie podrá quitarle al político andaluz el mérito de haber sabido descender del olimpo de la alta política y bajarse a la arena del sur, para recorrerse de punta a punta, y varias veces, todos los pueblos de Andalucía, en su épica misión de ganar unas elecciones al PSOE. De haber cogido este torito, que nadie quería, y haberlo sabido lidiar, aunque al final no haya salido por la puerta grande de esta plaza de toros que es Andalucía. La política es así de ingrata.
Con el anuncio de su abandono, inesperado y sorprendente para todos, Arenas ha dejado este torito en suerte, al que nadie se quiere acercar, porque no quieren terminar empitonado por un astado, que ya se ha llevado por delante a varias generaciones de políticos andaluces del Partido Popular: Gabino Puche, Antonio Hernández Mancha y Teófila Martínez.
Dicen que Arenas ha tenido un arranque, un pronto, y ha dado la “espantá” antes de tiempo. Sus planes pasaban por presentarse como candidato a la presidencia en el congreso regional del mes de septiembre y pilotar su sucesión en un plazo de dos años, buscar un líder y prepararlo para el enésimo asalto a la Junta de Andalucía.
Las causas de este arrebato siguen siendo una incógnita. Solo la secretaria general, María Dolores de Cospedal, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, saben la verdad. Cuentan que Arenas quiso ser coordinador del partido y Rajoy se negó, consciente de la tensa relación que mantiene con la secretaria general; que Cospedal se negaba a que él pilotara su propia sucesión y dejara un heredero que le permitiera mantener la conexión con su territorio. Dicen que a Arenas toda esta batalla no le ha cogido en su mejor momento personal y decidió no seguir luchando.
Pero el “torito”, como dice Javier, sigue ahí, y nadie le quiere hacer frente. La solución de emergencia ha sido el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, que solo quiere cumplir la misión que le ha encomendado Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal, y a la que no se puede negar. Pero queda un largo camino por recorrer. Hay que buscar un líder, y eso no es cosa fácil.
España Paloma Cervillael