Al gallito Pablo Iglesias solo le gusta la aritmética parlamentaria cuando le favorece a él . Pero cuando no, le sale ese tic bolivariano o iraní que ha debido aprender en sus jugosas (en términos económicos) relaciones con los gobiernos de estos dos países, que no se caracterizan precisamente por su espíritu democrático.
El último episodio sería de risa, si no fuera porque el líder de Podemos, si el sector sensato del PSOE no lo remedia, puede ser ministro del próximo Gobierno de España. Y no digo más. A Podemos no le ha gustado que la mayoría de la Mesa del Congreso haya aprobado una distribución de sitios en el hemiciclo que coloca a los diputados podemitas en la parta alta, el “gallinero”, fuera de los focos de las cámaras y de la primera línea de la Cámara.
Si es justo o no ese sitio, no lo sé, pero lo ha decidido la mayoría. Esa misma mayoría a la que él mismo esgrime para sentirse legitimado para formar Gobierno, despreciando a otros partidos, como el Popular, que sí ha ganado las elecciones.
La pataleta, aunque no lo quieran reconocer, es un problema de presencia pública y de su obsesión por aparecer en los medios de comunicación, que hay que admitir que dominan a la perfección. A los de Pablo Iglesias parece que lo único que le importa es salir en televisión, como esos adolescentes que, cuando ven una cámara de televisión por la calle o un periodista, se ponen en frente haciendo bromas.
Lo que tienen que hacer ya es sustituir el espectáculo por el trabajo, ahora es tiempo de hacer política de verdad. El show televisivo ha terminado.
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