El difícil equilibrio interno del PP
La vida de los partidos políticos es, en apariencia, una balsa de aceite, hasta que llega un día en el que cualquier problema remueve los cimientos y salen algunos muertos vivientes que se encontraban hibernando después de perder alguna batalla, a la espera de que la guerra se reabra para ver si consiguen la victoria final.
Esto es exactamente lo que ha sucedido en el Partido Popular con la mecha que ha encendido el extesorero Luis Bárcenas y que ha provocado una auténtica hoguera de vanidades en esta formación política. Este fuego ha sido aprovechado por algunos para intentar segarle la hierba en los pies a la secretaria general María Dolores de Cospedal y hacerle pagar facturas pendientes. Ha aguantado el tipo como la dirigente de hierro que es, a pesar de los malos ratos, que los ha habido, de los errores, que también, como cuando pronunció aquella palabra “simulación” para explicar el finiquito de Bárcenas, de la que hoy todavía se está lamentando.
A Cospedal la han protegido los suyos, que no son muchos en Génova, pero que la defienden a capa y espada y contra viento y marea. “Lo ha dado todo por Mariano Rajoy. Lo hizo antes del Congreso de Valencia, cuando nadie daba un duro por él y le decían que era un cadáver político. Ahora todos se apuntan al carro de Rajoy, pero ella estuvo en los momentos difíciles, cuando nadie estaba”.
A su guardia pretoriana, sobre todo procedente de Castilla-La Mancha, le duele que “el segundo círculo de poder de la dirección no hubiera sido más potente” en su defensa, “que hubiera dado un paso adelante” y advierten, a los que deslizan críticas contra ella en voz baja, que “no van a salirse con la suya”.
Cospedal se ha encontrado frente a frente con Esperanza Aguirre, que veía en esta crisis la oportunidad de debilitar a Mariano Rajoy dándole una patada a la secretaria general. Cuentan que la insultó en una reunión del Comité de Dirección, pero Cospedal, que supo de aquellos improperios, prefirió callar anteponiendo la unidad del partido a toda costa. Sabe que el tiempo de Aguirre ya ha pasado y que volverá al redil, como así ha sido. La locuacidad de los primeros días del caso Bárcenas ha dado paso a un mutismo absoluto.
La vieja guardia también se apostó frente a Cospedal, no hay que olvidar que Jaime Mayor Oreja no fue al acto de desagravio de la secretaria general en el Hotel Ritz, en el que Rajoy se encargó de leer la cartilla a quienes la cuestionan. Allí sí estaba Javier Arenas, eterno rival de la número dos, pero navegante impenitente en las aguas populares. Fue amigo de Bárcenas y lo hacen responsable de ese “acuerdo verbal” que permitió al extesorero seguir conservando su sueldo en el partido, a espaldas de Cospedal.
Las cuitas de estos dos meses la zanjó Rajoy el lunes al proclamar ante todo el PP que Cospedal es una “mujer excepcional” y “un ejemplo a seguir”. Dicen que algunos bajaron la cabeza cuando sus palabras se escucharon en el Hotel Ritz de Madrid. La mayoría estaban sentados en la mesa presidencial, la más larga que se recuerda en este emblemático hotel, para evitar suspicacias. Allí estaban Esperanza Aguirre, Javier Arenas, Alfonso Alonso, Soraya Sáenz de Santamaría. Esteban González Pons, Alberto Ruiz-Gallardón, Jorge Fernández, Pío García-Escudero, Ana Botella y muchos más.
Las consecuencias y las heridas que esta crisis ha dejado, si las hubiera, las gestionará Rajoy en su día. Como me contaba un dirigente popular muy gráficamente: “Rajoy está ahora centrado en sacar a España de la crisis y en la economía, pero no olvida el partido y cuando la situación se estabilice le dirá a los que dejó a su cuidado y a los que han cuestionado a los que se quedaron: ¿Tú, qué hiciste? ¿enredaste?”.
España Paloma Cervillael