Después de hablar hoy con muchos dirigentes del Partido Popular y cargos públicos, que incluso compartieron con José María Aznar tareas de gobierno, he llegado a la conclusión de que sus declaraciones del martes criticando a Mariano Rajoy y dejando abierta la puerta a su regreso, fueron un tremendo error. Ya lo pensaba mientras escuchaba la entrevista que concedió a Antena 3, pero la “indignación” y el “dolor” que he percibido entre los miembros del Partido Popular, sin excepción, me lo han confirmado.
Un expresidente del Gobierno tiene que situarse siempre en un plano institucional, sin bajar a la arena política, y ayudar, en lo que pueda, a su país. Pero no puede ir a una televisión en horario “prime time” para criticar la política que hace el Gobierno de su propio partido, cuando él mismo sabe que es la única posible en estos tiempos de dificultad económica. Pedir ahora que se bajen los impuestos, cuando él mismo no lo hizo en los primeros años de su primer mandato, es un torpedo en la línea de flotación de Mariano Rajoy, que ha optado por el silencio. Hasta cuatro veces le han preguntado en Bruselas, y ha preferido callar. Y yo lo entiendo.
Se dice que Aznar ha salido de esta manera porque con ello trata de ocultar las informaciones que están saliendo sobre la relación de la trama Gürtel con la boda de su hija. Se dice que está molesto con la actual dirección porque no defiende a los suyos en el caso Bárcenas. Pero, como me decía un dirigente popular, “los marrones que nos comemos hoy” son heredados de su gestión. Los Correa, los Bárcenas, el “Bigote” y toda esta gente de dudosa honorabilidad no llegaron antesdeayer al partido.
Para salvarse uno mismo no hay que intentar destruir a los demás, y muchos menos a un Gobierno de tu propio partido en un momento de extrema dificultad. Aznar se ha hecho un flaco favor. El que fue un gran presidente de Gobierno no merece acabar enredado en esta cuitas personales que se arreglan en el salón de tu casa, sin necesidad de amplificarlas.
España Paloma Cervillael