Estamos en la Víspera de Todos los Santos. Y esta noche, será la noche de Halloween. Y alguno leyendo este artículo pensará: «la tontunada esta de los yankees se nos queda, se nos queda… ¡¡Pero qué cosa es esto del jalogüín de las narices, que aquí nunca se celebraba!!». Pues he de decir que no es del todo cierto. Lo que sucede es que es como lo que pasó con San Nicolás. Lo que ha triunfado como idea del mismo nos ha venido por unas pelis espantosas y, con el santo, la que ha transmitido una popular marca de zarzaparrilla gaseosa. Pero ¡también aquí celebrábamos al santo de Bari! Con una mayor tradición, cierto es, hacia SS.MM. los Reyes de Oriente, sobre los que hemos perdido por culpa de nuestra ignorancia, otras costumbres también. Miren si sería importante, que en los Países Bajos, San Nicolás (pronunciado a la suya Santa Claus, de Niklaus, Nicolás) viene… ¡de España! Con lo que es tradición europea, mediterránea y bien nuestra. Tanta… como la festividad de Todas las Almas.
Pues no otra cosa es Halloween, que en gaélico, es literalmente All Hallows’ Even. Vamos: ¡lo que nosotros hemos llamado Víspera de Todos los Santos de toda la vida! Claro que en español, con ese misticismo propio de nuestra lengua y el arrope de nuestra secular tradición católica, hemos mantenido la esencia de lo que suponía ese día. Pero no olvidemos, queridos lectores de estas Notas del Espía Mayor, que de toda la vida del Señor, también era un día de silencios, de noche cerrada, de pensamiento en los muertos y de visita a los camposantos.
Un día y una noche (pues ahí también tenemos una confusión) entre lo que es la noche del 31 de octubre, en que empezará a partir de las 00:00 horas la Festividad de Todos los Santos, y la Noche de Difuntos, ¡que no me digan que no acojona más que el gaélico del Jalogüín, se pronuncie aguda o esdrújula. Pues dos días son en nuestro santoral el 1 y 2 de noviembre respectivamente. Y podemos hablar que si esto ya nos viene de Pomona, que si fiesta celta, que si el Samaín, que si cristianización, que si eran nabos y no calabazas… A lo que estamos: es una fiesta (y de precepto, recuerdo) que no nos tendría que resultar extraña para nada. Básicamente porque es nuestra. Otra cosa es la novísima estética importada.
Ésta podemos dividirla en dos: la de disfrazarse los más pequeños e ir de casa en casa pidiendo dulces mediante coacción; o, disfrazarse los no tan pequeños, e ir de pub en fiesta hasta coger un colocón de espanto y pillar cacho (con la terrorífica sorpresa posible a la mañana siguiente, que es lo que tiene ligar con mascaritas: que no sabemos de los súcubos e íncubos que podamos encontrarnos bajo las capas de maquillaje, látex y demás tramoya a la luz del día). ¡Menos mal que el COVID y el Toque de Queda va a servir este año para algo bueno!
Como por estos lares la tradición todavía está en fase de ser costumbre, cuando ha sido posible celebrarlo sin restricciones, paradójicamente es aquí donde guardamos una cierta esencia de lo que tiene que ser el disfraz adecuado. Porque lo que es por allende los mares, aquello ya es un carnaval de invierno en donde se disfrazan de cualquier memez posible. Y no, no es carnaval. Ir de vikingo en Halloween, a no ser que vaya cubierto de sangre y vísceras, y con dos cabezas cortadas al cinto, no es de recibo. Aunque tampoco tendría sentido.
Es noche de muertos que salen de sus tumbas con sus ropajes hechos jirones… De silencios rotos por el repiqueteo de las gotas golpeando contra las gélidas ventanas azotadas por el viento… De fantasmas y de espectros que vuelven del inframundo para helarte la sangre… De sentir presencias que no puedes ver pero que te erizan el vello hasta convertirte en un Hellraiser…
¡Y nada de disfrazarse de moro, con una chilaba de los chinos y una toalla en la cabeza, que es apropiación cultural y ofensivo! Y no, tampoco de “efecto doppler” aunque el Dr. Sheldon Cooper lo haya hecho. Hay que buscar el ingenio, o rascarse el bolsillo, para conseguir un efecto espeluznante: Zombi repugnante, momia supurante, vampiro, bruja, esqueleto, hombre – lobo, monstruo de la Laguna Negra, político de jarana… Vamos, ¡de algo que dé miedito! Y a pasarla de muerte.
Lo más gracioso es que nosotros ya celebrábamos estos días, mas de otra manera ¿Acaso no recordáis esa noche cómo nos lanzábamos en tiempos (al menos los de una cierta edad) a leer a nuestro don Gustavo, en sus célebres Leyendas, precisamente aquella de El Monte de las Ánimas, o esa otra que, a mi particularmente me daba un miedo atroz, de El miserere? ¿Cómo contábamos historias truculentas y fantasiosas a ser posible, para que hubiera excuse de arrime a las féminas presentes?
Por cierto, la tradición dice, para aquellos que tengan críos en edad de y les diera (pese a todo, cosa que dudo) por ir de casa en casa para su «truco o trato» (dulces o broma), que sepan que sólo pueden llamar en aquellas casas o puertas que estén tuneadas y decoradas con motivos jaligüeños. Si no, ni de coña, que molestaremos.
A la mía, ni lo intenten. Estaré en el teatro viendo «Don Juan Tenorio». Cosas mías…
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