«Los países ricos deberían de comer carne sintética», ha dicho Bill Gates. Y yo me digo «qué bien hice en pasarme a Mac». A ver a ver, don Bill, ¿estamos tontos o qué? Comprendan que aquí el Espía Mayor, viviendo en las faldas del Guadarrama, y a tiro de piedra de Segovia y Ávila, escuchar tamaño aserto hace que salte como Felipe II de su silla cuando le informaron de la suerte de la Gran Armada en su Palacio Monasterio sanlorentino. ¡Como para no! No imaginan los escalofríos que me entraron cuando, escuchando el programa Es la Mañana de Fin de Semana, doña Elia Rodríguez comenzaba uno de sus más que recomendables editoriales radiofónicos de los findes, señalando que el señor Gates aconsejaba nada menos, que si queremos salvar la tierra, había que comer chuletón sintético. ¡Ni tiempo me dio a ir a por las sales! Sobre todo porque la única que tengo es la Maldon, que le va pintiparada a la vaca rubia, por cierto.
Pensando que a lo mejor el magnate norteamericano se había quedado atascado en alguna actualización de su programa operativo, me enfrasqué en querer saber más sobre el tema. Aunque este tipo de cosas no sean nada novedosas, pues aún recuerdo (ya, qué necesidad, me dirán) cuando me dio por probar hace bastantes años, una hamburguesa vegetal, que sólo a base de mostaza de Dijon fue posible deglutir. Para colmo, luego vas y te enteras que básicamente es un producto hecho a base de soja, y que el cultivo de soja es más destructivo y menos ecosostenible que una reforestación a base de eucaliptos, ya sí que el asunto es como para hacer panes de hogaza como obleas de convento. Pero es que, según sesudos estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), resulta que «la cría de ganado genera el 25% del consumo total de tierra y agua del planeta y el 15% de gases de efecto invernadero». ¡Qué cosas!
Y como el tema medioambiental es uno de los que más se ponen encima de la mesa para cualquier cosa, y todo alimento sano ha de ser ecológico, biológico u orgánico sí o sí. Que era lo que comíamos antes tras comprar en la plaza de abastos o en la lonja de toda la vida, vamos, sin tanto envoltorio chupiguay, sino en recio papel de periódico que proveíamos los zagales tras hacer colecta por toda la finca, para así llevarnos lo menos cinco duros, y otros tantos por los cascos de botella (¡a mi generación nos van a venir con el reciclaje, vamos hombre!). Pues viendo que a todas esas etiquetas se ha unido la de sostenible, pues será todo lo biológico que se quiera, pero un ternero necesita lo que necesita para crecer, como lo necesitan los los guarrillos segovianos. Y no digamos nuestros ovinos, de los que somos el primer criador de la UE. Y esas Merinas, Churras, Castellanas, Navarras, Manchegas, Segureños, Ojaladas, Rasa Aragonesa, Ojinegra turolense y Roya Bilbilitana, como que no se crían a base de tofu, algas, y proteína de insectos (¡que también nos quieren hacer comer, por cierto!).
Leo que el bueno de don Bill se preocupa en una entrevista al MIT Technology Review, por el cambio climático, indicando que el mejor remedio sería cambiar a este tipo de alimentación. «Creo que todos los países ricos deberían pasar a la carne cien por cien sintética. Pueden acostumbrarse a la diferencia de sabor». Pero que digo yo, si es por el tema de la cuestión ambiental y la contaminación… ¿no sería mejor que los países que más contaminan dejaran de hacerlo? O que sean ellos los que consuman esta carne. Entre ellos, los más poblados, que son China e India, que no sé si serán ricos, pero enguarran bastante. Según IQAir, la empresa suiza de tecnología de la calidad del aire, que tiene un eslogan tan bonico como «empoderando al mundo para respirar mejor», resulta que los 10 países más contaminados del mundo son los siguientes: Bangladesh, Pakistán, Mongolia, Afganistán, India, Indonesia, Bahrein, Nepal, Uzbekistán e Irán. Ricos, lo que se dice ricos…
En cuanto a mares (aunque de la mar el mero, y de la tierra el cordero, y me perdonen el chascarrillo), resulta que el más emponzoñando es el Pacífico. Con su Gran isla de basura, que tiene alrededor de 700.000 Km. cuadrados (una España y media, para hacernos una idea), alcanzando 10 Km. de profundidad, toda ella «hecha» de plástico. Y por supuesto, los países ricos, los que sean más cochinos, (como Estados Unidos o Rusia), me parece bien que se quieran comer hummus creyendo que es cocido, pero a mí que me digan qué culpa tenemos los demás. Y hasta que no me expliquen bien cómo es posible hacer con una célula animal miles de kilos de carne (sic) como nos aseguran… los fabricantes de carne sintética, qué quieren que les diga. Que me parece tan sospechoso a priori como que uno de los mayores inversores en plantas de producción de este tipo de cosas sea un tal… Bill Gates. ¡Véngase a mi pueblo, al Real Sitio, don Bill, y luego de dónde voy a llevarle a comer, me lo cuenta! Si es capaz de hablar entre bocado y bocado bien regado por vino de España.
Carne sintética… ¡Amosnomejodas!
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