A todos nos ocurre. A medida que nos vamos haciendo mayores el tiempo parece acelerarse y los días, las semanas, los meses e incluso los años, se suceden en nuestras vidas a velocidad de vértigo, sin que casi nos demos cuenta. ¿Otra vez verano? ¡Pero si parece que fue ayer cuando estábamos de vacaciones y ya ha pasado un año!
Ahora, Adrian Bejan, investigador de la Universidad de Duke, ha hallado una explicación de por qué esos días interminables de nuestra infancia parecían durar mucho más tiempo que los de nuestra madurez. Y la razón no es otra que la Física. Los resultados de esta investigación se acaban de publicar en la revista European Review.
“Las personas – afirma Bejan- a menudo se sorprenden de lo mucho que recuerdan de los días que parecían durar eternamente en su juventud. Y no es que sus experiencias fueran mucho más profundas o más significativas entonces que ahora, sino que se estaban procesando mucho más deprisa”.
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Ciencia