En España, igual que en muchos otros países del mundo, una fiesta no es una fiesta si no termina con un buen castillo de fuegos artificiales. Luces, humo, silbidos, petardeos y colores inundando el cielo. Ahora, sin embargo, un equipo de investigadores liderado por científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York ha revelado que los fuegos artificiales no son tan inocentes como parecen.
De hecho, emiten plomo, cobre y un amplio abanico de toxinas que se utilizan, precisamente, para dar a los fuegos sus vibrantes colores, pero que son capaces de perjudicar seriamente la salud, dañando los pulmones y las células tanto de humanos como de animales.