Hace unos 4.500 millones de años, una nube molecular de polvo y gas colapsó sobre sí misma. En su centro nació una estrella, nuestro Sol, y el material sobrante se fue acumulando alrededor de esa nueva estrella, formando un disco de gas y polvo del que más tarde surgirían también la Tierra y los demás planetas.
Pero en aquel material interestelar primigenio había algo muy especial, unos exóticos granos de polvo que Maria Schönbächler, profesora del Instituto de Geoquímica y Petrología de ETH Zurich describe como «polvo de estrellas que se había formado alrededor de otros soles». Esos diminutos granos solo eran una pequeña parte de la masa total de polvo, y estaban repartidos de forma desigual a lo largo de todo el disco. Según Schönbächler, coautora de un estudio recién publicado en Nature Astronomy, «ese polvo de estrellas era como la sal y la pimienta». Y a medida que los planetas se fueron formando, cada uno de ellos absorbió su propia cantidad de ese «condimento».
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Ciencia