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Zapatero y su puente aéreo con Caracas

Zapatero y su puente aéreo con Caracas
Luis Ayllón el

 

José Luis Rodríguez Zapatero vuelve a estar en Caracas, donde ha volado ya más veces que cuando era presidente del Gobierno, y eso que mantenía una buena relación con Hugo Chávez. Ahora, Zapatero viaja embutido en su traje de mediador, sin que se conozca muy bien en qué consiste su trabajo.

 

Probablemente, animado por Ernesto Samper, el secretario general de Unasur, que tan condescendiente ha sido siempre con el régimen bolivariano, y escoltado por otros dos ex presidentes de ideas socialistas –el dominicano Leonel Fernández y el panameño Martín Torrijos– José Luis Rodríguez Zapatero parece haber encontrado en la delicada situación en Venezuela el caldo de cultivo idóneo para hacer sus famosos llamamientos al diálogo y tratar de convertirse en una especie de Jimmy Carter de América Latina.

 

El problema es que, en Venezuela, el Gobierno de Nicolás Maduro entiende muy poco de diálogo y bastante de represión de quienes no comparten su ideas. Cada vez más acorralado, Maduro trata de encontrar alguna legitimación para mantenerse en el poder y le viene de perlas que haya unos cuantos ex presidentes dispuestos a ponerse en una situación de equidistancia entre quien se salta el estado de Derecho y quien reclama su cumplimiento, entre quien encarcela a los opositores y quienes reclaman su libertad.

 

No quiero poner en duda la buena intención de José Luis Rodríguez Zapatero, sus deseos de lograr lo mejor para Venezuela. No creo que tenga una especial simpatía por alguien como Maduro ni tampoco por los catastróficos resultados del chavismo en ese país. Pero, por eso, debería darse cuenta de que está siendo burdamente utilizado, que si se le permitió ver a Leopoldo López en prisión, cosa que no se permite a otros -entre ellos, Felipe González- es porque a Maduro le convenía hacer en ese momento una operación para intentar lavar su imagen

 

La poca transparencia de las gestiones de Zapatero en Venezuela no hace más que arrojar sombras sobre la utilidad de su labor. Nada se sabe de su agenda en este último viaje a Caracas, como nada se supo de para qué viajó allí en vísperas de la gran marcha opositora del 1 de septiembre, ni por qué abandonó rápidamente la ciudad, tal vez intentando evitar verse allí en medio de unos disturbios, que afortunadamente no llegaron.

 

Si de verdad, quiere ser útil a Venezuela, Zapatero debería emplear su capacidad de persuasión, si es que la tiene, en convencer a Maduro de que no obstaculice el normal ejercicio de la democracia y permita que los venezolanos se pronuncien en un referéndum revocatorio, sin ningún tipo de trampas.

 

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