La crisis económica ha obligado al Alto Representante para al Presidencia española de la UE, el diplomático Nicolás Martínez-Fresno, a frenar sus pretensiones económicas. Hacienda ha reducido en un diez por ciento aproximadamente las primeras intenciones de gasto, que se acercaban a los 100 millones de euros. Ahora se quedarán, en las principales partidas (Presidencia, Exteriores e Interior) en un total de 90 millones, una cantidad que el Gobierno considera suficiente para hacer un buen papel, teniendo en cuenta el gran número de cumbres internacionales que se prevé celebrar en España durante el semestre y que se llevarán la mayor parte del presupuesto. Además, algunos ministerios, como Cultura, Industria o Medio Ambiente, tienen pequeñas partidas -de entre uno y tres millones de euros- para preparar determinados acontecimientos o actividades.Los gastos, aunque por debajo de otras presidencias recientes, como la francesa, que alcanzó los 160 millones de euros, serán sensiblemente superiores a los presupuestados para el ejercicio de 2002, durante la última presidencia española. No llegarán finalmente a doblarlos, porque al presupuesto que entonces tenía Presidencia del Gobierno, de 45 millones de euros, hubo que sumar las otras dos grandes partidas (Exteriores e Interior), con lo que se elevó a unos 65 millones de euros. Eso sí, en aquel momento la UE la formaban sólo 15 países, mientras que ahora hay 27 socios, aunque muchos de ellos ya participaban en bastantes de las reuniones comunitarias porque estaban a punto de ser admitidos en el club.Estos días, Zapatero, De la Vega y Moratinos están aleccionando a los embajadores españoles en las capitales europeas para intentar que les salga un semestre de presidencia comunitaria redondo, a ver si así puede el Gobierno levantar un poco la cabeza. La verdad es que está vendiendo la presidencia como si fuera la primera y hay que reconocer que el mejor en eso es el incansable Diego López Garrido, que no ha parado desde que asumió el cargo de secretario de Estado para la UE. López Garrido muestra un envidiable optimismo al confiar en que, después del rotundo sí irlandés, se podrá superar pronto el obstáculo que supone el recurso ante el Constitucional checo presentado por varios senadores, de forma que el Tratado de Lisboa pueda entrar en vigor durante el semestre español. Si no fuera así, el escenario de incertidumbre terminaría viciando nuestra presidencia.