Hace menos de un año, la entonces comisaria europea de interior, la sueca Cecilia Malmstrom, puso el ojo sobre la actuación de las Fuerzas de Seguridad españolas en la frontera de Melilla. Aquellos asaltos a la valla no eran nada para lo que está sucediendo ahora en otros países de Europa, pero la comisaria no encontró un minuto para pasarse por allí y ver sobre el terreno lo que sucedía.
Los dirigentes europeos del Norte sólo han comenzado a sensibilizarse con la presión migratoria que sufrían los del Sur, hasta que las mafias que trafican con seres humanos han encontrado resquicios para introducir refugiados por el centro de Europa. Antes, han tenido que morir miles de personas en el Mediterráneo mientras la Unión Europea seguía dando muestras de su lentitud la hora de tomar decisiones. Y aún ahora se escandalizan de las actuaciones de la Policia de Macedonia o del muro que construye Hungría en su frontera con Serbia ante la avalancha de personas que les llega huyendo de la guerra.
Es verdad que no está en la mano de la UE resolver por sí sola el problema migratorio, porque resulta esencial actuar en los países desde donde parten quienes buscan entrar en Europa. Eso, en lugares como Siria, Irak o Libia no es hoy viable, aunque sí ha dado resultado en algunos africanos.
Sin embargo, las crisis que periódicamente afectan a distintas partes del mundo, suelen destapar las vergüenzas de la UE, incapaz de tomar decisiones rápidas o de lograr ponerse de acuerdo ni en asuntos migratorios, ni en temas económicos, ni en cuestiones de política exterior o de seguridad. Pese a que el club ya reúne a 28 Estados deseosos de caminar juntos, los miembros de la UE siguen pensando en claves nacionales más que europeas y, así, resulta difícil avanzar.
Las convocatorias urgentes de Consejos Europeos terminan convirtiéndose en parches para tratar de paliar los problemas que se presentan, como se ve en las crisis migratorias. Y los resultados suelen ser los que marcan los pesos pesados de la Unión, mientras al presidente del Consejo Europeo, cuyo nombre la inmensa mayoría de ciudadanos europeos no conoce, no le queda más remedio que plegarse a sus decisiones.
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