Trinidad Jiménez pliega velas con Palestina
Es obvio que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero desearía un reconocimiento del Estado palestino en Naciones Unidas. España no está entre los 120 países que ya han reconocido de manera bilateral ese Estado, pero ni este gobierno ni los gobiernos del PP ocultaron nunca su deseo de que los palestinos tengan su Estado como lo tiene Israel.
Aún así el actual Ejecutivo se ha mostrado proclive a secundar la iniciativa de Palestina de ser aceptada como miembro de pleno derecho en la ONU. La manifestación reciente más clara la hizo hace un mes la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, en sus declaraciones a El País, subrayando que “ha llegado la hora de dar un paso” hacia ese reconocimiento.
Después, la ministra ha tenido que sufrir los reproches de Israel y del PP y ha comprobado que no todos sus socios de la Unión Europea son tan entusiastas de la causa palestina. Desde hace unos días, Jiménez está en Nueva York donde el asunto está centrando los debates de los líderes internacionales y ello le está permitiendo hablar con unos y con otros, incluidos los colegas europeos, Estados Unidos y palestinos e israelíes.
Quizás sea una percepción personal, pero da la impresión de que la titular de Exteriores ha comenzado a disminuir su fervor por el reconocimiento del Estado palestino en la ONU. El último comunicado de su departamento hace hincapié en que el único camino para que se establezca un Estado palestino “con efectos reales” son las negociaciones bilaterales con Israel.
Si eso es lo que piensa Jiménez, -al menos es lo que dijo en una reunión con organizaciones judías en Nueva York- la consecuencia lógica sería no insistir más en las pretensiones de Mahmud Abbas, que son, sin duda, muy legítimas, pero que pueden tener más consecuencias negativas que positivas.
Es cierto que el Gobierno israelí no ha puesto las cosas fáciles, especialmente dando continuidad a la política de asentamientos, pero la iniciativa palestina no servirá tampoco para crear un clima de entendimiento, sino más bien para exacerbar los ánimos de unos y otros.
Ambas decisiones son inadecuadas y sólo contribuyen a alejar las posibilidades de acuerdo. La única esperanza es que todo el revuelo formado por la iniciativa palestina desemboque en un calendario para reanudar unas negociaciones que comenzaron hace ya casi 20 años con la Conferencia de Paz de Madrid.
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