Benjamín Netanyahu llamó el martes pasado a José Luis Rodríguez Zapatero para pedirle que trate de disuadir a barcos y ciudadanos españoles de sumarse a la llamada Flotilla de la Libertad que, a partir de la tercera semana de junio pretende dirigirse a Gaza. Los israelíes están preocupados por la operación y quieren evitar de raíz un desenlace como el registrado el 31 de mayo del pasado año con la primera flotilla a Gaza, calificada de humanitaria: nueve activistas murieron cuando el Ejército israelí abordó los barcos en aguas internacionales.
Es sabido que el Gobierno israelí puede actuar de la misma manera si considera que la flotilla atenta contra su seguridad. Pero Netanyahu es consciente también de que la imagen de Israel no sale precisamente fortalecida con ese tipo de acciones y se ha puesto en marcha para intentar que la operación no termine de concretarse.
El Gobierno español parece que está haciendo caso a Netanyahu. La ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, ha dicho que la mejor manera de ayudar a Gaza es con la presión diplomática y no con nuevas flotillas. Por eso, a través de la página web de su departamento, se ha desaconsejado enrolarse en la flotilla, advirtiendo de que ello puede resultar muy peligroso. El mismo mensaje fue transmitido por el director general para Mediterráneo y Oriente Próximo, Juan González Barba, a algunos de los que pretenden embarcarse en la flotilla, dentro del movimiento “Rumbo a Gaza”. Entre los que han anunciado su presencia en los barcos que intentarán llegar a Gaza se encuentra el eurodiputado de IU Willy Meyer.
Israel quiere cortar de raíz cualquier hecho que dé oxigeno al Gobierno de Hamas, sobre todo tras el acuerdo alcanzado por los islamistas con Al Fatah. En ese sentido, en su conversación con Zapatero, Netanyahu también pidió que España no abandone la postura que ha mantenido hasta ahora de no considerar interlocutor a Hamas mientras no cumpla las condiciones del Cuarteto de Madrid (ONU, EE. UU. Rusia y UE): reconocimiento del Estado de Israel, renuncia a la violencia y aceptación de los acuerdos alcanzados por anteriores autoridades palestinas.
La vida en Gaza no es, desde luego, la más envidiable y hay que reclamarle a Israel que no haga pagar a todos los palestinos que viven en la franja el castigo que impone a los terroristas de Hamas por sus ataques. Pero, desde luego, es muy difícil pensar que esa vida pueda mejorar por una iniciativa que tiene todos los ingredientes de la provocación y que, en su primera edición terminó con un baño de sangre y no consiguió más que causar dolor a muchas familias.
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