Por vez primera, Raúl Castro ha hablado ante las Naciones Unidas. El clima que se ha creado en la relación con Estados Unidos favorece estas cosas. Pero hasta ahí llega la novedad. El mensaje del presidente cubano sigue siendo el mismo: Si Cuba no se desarrolla es por el embargo estadounidense. Ya sus ministros de Exteriores lo habían dicho otros años en la ONU.
Es decir, que lo que Castro quiere hacer creer al mundo es que 56 años de equivocadas políticas de su régimen no tienen nada que ver con la situación en la que se encuentra el país. Un embargo siempre frena la marcha de un país, pero no puede ser la excusa para no realizar durante décadas las reformas necesarias para la apertura económica ni, por supuesto, para la política.
Los Castro han tenido en ese embargo el gran argumento para perpetuarse en el poder y, aunque sólo fuera por eso, parece obvio que la política de Washington al mantener la medida no ha sido, seguramente, la más acertada. Todo puede ser distinto a partir de ahora. Si el embargo finaliza, las autoridades cubanas se verán obligadas a ampliar las tímidas reformas económicas que han emprendido, porque si no, será imposible que Cuba salga de la penuria económica en la que vive.
Según manifestaciones del ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo a ABC, esa apertura económica llevará necesariamente a la apertura política. Me consta que sus palabras no gustaron nada al régimen de La Habana, que las considera una intromisión en los asuntos internos de Cuba. Pero es muy posible que así suceda y parece que es la idea que tienen la mayoría de los Gobiernos occidentales, que cada vez hablan menos del respeto de las libertades políticas en la isla, quizás pensando que estos llegaran cuando se desarrolle la economía.
Naturalmente, a nadie se le escapa que esos Gobiernos han visto en la nueva situación la oportunidad de que las empresas de sus países hagan negocios en Cuba y ese el principal motivo de que hayan lanzado a explorar el terreno.
España está también en esa carrera y la peregrinación de sus gobernantes a la isla va a continuar en los próximos meses. Es lógico que así sea, porque no tendría sentido que después de muchos años de relaciones con un país al que se siente tan cerca, España quedara relegada. Lo único que cabe pedir a nuestros gobernantes es que ese afán por estar presentes en el desarrollo de Cuba, no sofoque el respaldo a quienes llevan años allí luchando por las libertades.
Cuba