Hace unos días se supo que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, recibirá el día 22 de este mes en la Casa Blanca al rey de Marruecos, Mohamed VI. Al parecer, a Obama le preocupa sensiblemente mantener a su principal aliado en el Norte de África, consciente del freno que representa a la expansión del terrorismo islámico en los países del África subsahariana más cercanos, especialmente en Mali.
Resulta lógico el interés de la Administración estadounidense por preservar esa amistad con Marruecos, que se ha visto pues a prueba por algunas desavenencias en torno a la cuestión del Sahara, pero la reunión entre Obama y Mohamed VI obliga a recordar que todavía el presidente estadounidense no ha encontrado un hueco en su agenda para recibir a Mariano Rajoy en la Casa Blanca. No parece que vaya a tener lugar en lo que queda de año ni hay fecha añun para comienzos del siguiente.
Cuando el Príncipe de Asturias se embarca en un viaje por dos estados norteamericanos –California y Florida- en los que la huela española es enorme y donde nuestras empresas se sitúan a la cabeza de los inversores, es un buen momento para poner de relieve lo que es una clara anomalía.
Han pasado casi dos años desde la llegada de Rajoy a La Moncloa y los contactos con el mandatario estadounidense son casi tan escasos como lo fueron entre George Bush y José Luis Rodríguez Zapatero. La diferencia está en que el entonces presidente de Estados Unidos había puesto el veto al jefe del Gobierno español como consecuencia de su postura en Irak, mientras ahora todo lo que ha hecho Rajoy es facilitar las cosas a Obama.
Después de que José Manuel García-Margallo dijo a Hillary Clinton en su primer encuentro aquello de que España había vuelto y que Washington podía confiar plenamente en que sería un aliado sólido y fiable, cabía esperar una actitud más receptiva de Obama hacía el Gobierno español. No ha sido así. Washington ha logrado sumar a la utilización de la base de Rota para el escudo antimisiles de la OTAN, el permiso español para instalar a 500 marines estadounidenses en la base de Morón, pero no ha correspondido con gesto alguno. Ni siquiera ha cumplido su compromiso de buscar una solución para retirar la tierra contaminada de Palomares.
La tardanza en recibir a Rajoy, cuando, en estos dos años, han pasado por la Casa Blanca mandatarios de países mucho menos importantes que España, puede ser interpretada como falta de peso del gobernante español, pero también reflejar la miopía de un Obama abrumado por los problemas internos, poco decidido a involucrarse en cuestiones internacionales y, para colmo, atrapado en el caso de las escuchas telefónicas.
Estados Unidos