Obama debía esta visita a España. En realidad, debía una visita mucho mejor estructurada y que tendría que haberse producido hace mucho tiempo. Ni siquiera el tiempo perdido en reconstruir la relación entre Madrid y Washington, después de las veleidades del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, justifica que, en ocho años de mandato, Obama no haya encontrado un hueco en su agenda para venir a España hasta ahora, convertido en un “pato cojo”, según el término que usan en Estados Unidos para referirse a los presidentes en los últimos años de su mandato y sin posibilidad de reelección.
Si Obama hubiera valorado realmente el apoyo que presta España a Estados Unidos en cuestione relacionadas con la seguridad y la defensa, se habría esforzado en llevar a cabo una visita en condiciones. Poner a su disposición unos enclaves tan importantes en la lucha contra la amenaza terrorista como las bases de Rota o de Morón del a Frontera, merecía que la visita a España hubiera sido incluida hace tiempo en las prioridades de la política exterior norteamericana.
Ahora, cuando Obama ha querido cumplir mínimamente con las autoridades españolas, uno de los grandes problemas que tiene Estados Unidos y que su presidente no ha sido capaz de resolver, que es la violencia y el uso indiscriminado de armas en el país, le ha estallado en las narices. Hubiera resultado poco presentable, con cinco policías asesinados en Dallas y tres hombres negros muertos en circunstancias poco claras por la Policía, ver a Obama tomando unas tapas por Sevilla.
A los asesores de Obama les ha parecido que, incluso, un almuerzo en el Palacio Real, con los Reyes y un centenar de invitados, sería una imagen difícil de digerir por la opinión pública estadounidense, y así, ha dejado a Don Felipe y Doña Letizia casi con la mesa puesta, y a Pablo Iglesias contento de no tener que ir a la comida.
El resultado es una visita express, en la que poco se ha salvado del guión original. Tan sólo la entrevista con Rajoy y el paso por la base naval de Rota, porque esto último parece que es lo que más le interesaba a Obama.
Tal vez sea una prueba de que a Washington lo que realmente le interesa de España es su condición de fiel aliado en materia de seguridad y defensa, aunque el Gobierno español quiera aprovechar esta visita para “desmilitarizar” la relación con Estados Unidos.
España quiere que la Casa Blanca deje de ver a nuestro país como una especie de portaaviones, estratégicamente situado en una posición envidiable.
Quiere que se valoren también otros hechos, como nuestro potencial cultural y el gran activo que representa el español, una lengua que en aquel país hablan ya más de 50 millones de personas.
Quiere que no se olvide que nuestros empresarios han conseguido ya que España sea el noveno inversor en Estados Unidos o que sigue aumentando el número de turistas estadounidense que viajan a España.
Quiere que se tenga en cuenta la privilegiada relación y conocimiento que tenemos de América Latina o del Norte de África.
Quiere, en fin, que ante la futura salida del Reino Unido de la UE, nuestro país puede convertirse en un firme apoyo de Estados Unidos en el club comunitario.
Lo malo es que a Obama ya le queda poco tiempo para darse cuenta de esa realidad.