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Felipe VI reina en París

Felipe VI reina en París
Luis Ayllón el

A Artur Mas debería congelársele la patética sonrisa que exhibió en el Camp Nou mientras se pitaba el himno de España en presencia del Rey, al contemplar la acogida que Francia ha dispensado a Don Felipe y Doña Letizia. Y, de paso, puede que le sirva para comprobar con quien están nuestros vecinos del Norte –lo mismo que el resto de los socios europeos- en el pulso absurdo que trata de mantener con el Estado.

En cualquier caso, frente a la cortedad de miras de los independentistas catalanes, se ha puesto de relieve estos días en París la decisión de España y Francia de reforzar juntos la andadura europea a la que nuestro país se incorporó hace ahora treinta años. Las palabras de Don Felipe, reclamando un mayor protagonismo francés en Europa, han calado hondo en los parlamentarios de la Asamblea Nacional, que puestos en pie le tributaron un largo aplauso.

El discurso de Don Felipe no tenía nada de protocolario: era una decidida apuesta por una Europa más unida, frente a los intentos separatistas o a los populismos que pretenden la disgregación de una idea que durante más de seis décadas ha traído, incluso con sus puntos débiles, enormes beneficios a los países del Viejo Continente.

Por eso, se puede decir, sin lugar a dudas, que los Reyes han cumplido todas las expectativas que había sobre esta visita de Estado, posiblemente la más importante de las realizadas hasta ahora por Don Felipe y Doña Letizia, en este su primer año de reinado.

A ese éxito ha contribuido de manera fundamental, el hecho de que las autoridades francesas, con el presidente François Hollande a la cabeza, hayan preparado con esmero el desarrollo de un programa lleno de contenido, que se vio frustrado hace poco más de dos meses por el siniestro del avión de Germanwings.

A lo largo de su historia, España y Francia han vivido mucho tiempo enfrentados o, como mínimo de espaldas uno a otros, en una separación simbolizada por la cordillera pirenaica. Hoy, en la época de la globalización, los Pirineos no sirven ya como excusa y hasta físicamente comienzan a ser horadados por unas interconexiones que son absolutamente necesarias para el desarrollo de la Península Ibérica.

Los dos países tienen mucho que ganar levantando sus trabas y profundizando en una cooperación que ha dado sus frutos ya en muchos terrenos, entre otros el de la lucha contra el terrorismo. El comienzo de la colaboración de Francia para acabar con el santuario de ETA en su territorio fue también el comienzo del declive de la banda. Hoy, los dos países se enfrentan también de manera conjunta a la amenaza del terrorismo yihadista e incluso comparten misiones para frenar su avance hacia el Norte de África.

La presencia de los Reyes en París ha simbolizado, en definitiva, lo que ya es una realidad: que España y Francia han sabido construir una nueva relación, por encima de viejos prejuicios y estereotipos.

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