El diputado del PSOE Ignacio Sánchez Amor se ha dado una vuelta por Gibraltar. Ha almorzado con Fabian Picardo, que le aconsejó también hablar con su asesor jurídico, y se ha reunido con el presidente del Parlamento gibraltareño, Adolfo Canepa. Después, siempre de la mano de la alcaldesa socialista de La Línea de la Concepción, Gema Araujo, que debe pasar mas tiempo en el Peñón que en su pueblo, se ha visto con los grupos del Campo de Gibraltar que suelen criticar las decisiones del Gobierno español y, sobre todo, los controles aduaneros en la Verja, que provocan largas colas de vehículos para entrar o salir de la colonia.
Si Sánchez Amor -que durante muchos años fue el “número dos” de Juan Carlos Rodríguez Ibarra en la Junta de Extremadura- fuera un diputado socialista más, su iniciativa no pasaría de ser una más de las curiosas actuaciones de algunos dirigentes del PSOE que parecen alinearse más con las autoridades gibraltareñas que con las de España. Pero resulta que Sánchez Amor es, además, vicepresidente de la delegación española en la Asamblea Parlamentaria de la OSCE. No se trata, desde luego, de un cargo de una relevancia excepcional, pero sí puede dar lugar a equívocos si se le relaciona con su presencia en el Peñón.
Y el Gobierno de Fabian Picardo se ha ocupado ya de llevar el agua a su molino. En una nota distribuida por sus servicios de comunicación en España, se asegura que la OSCE considera que el asunto de las colas es un problema “de trascendencia humanitaria”. ¿En que se basan para hacer esa afirmación? Sencillamente en que Sánchez Amor es el representante especial de Cooperación Transfronteriza de la Asamblea parlamentaria de la OSCE y que, en sus declaraciones a la prensa hechas en la Línea, pidió al Gobierno español que tenga en cuenta “la trascendencia humanitaria” de las acciones que acomete en el paso fronterizo.
Sin embargo, el diputado socialista llegó a Gibraltar por su cuenta y riesgo, sin ningún mandato de la OSCE, que es una organización de seguridad regional creada para prevenir conflictos en Europa y que tiene otros asuntos más serios de los que ocuparse. En definitiva, que la visita de Sánchez Amor al Peñón, de la que dio cuenta con anterioridad al Gobierno español, pero sin pedir antes algún tipo de criterios o informaciones, responde a una iniciativa personal y no a que la OSCE haya colocado el contencioso gibraltareño a la altura de los famosos conflictos congelados de Osetia, Abjasia del Sur, Nagorno Karabaj o Transnistria, que es lo que desearían algunos.
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