José Manuel García-Margallo tiene una papeleta que resolver encima de su mesa. Se trata de encontrar la forma de contar con una estructura de la Cooperación Internacional, que evite duplicidades –lo que supone también un ahorro de gasto- y también interferencias entre unos órganos y otros.
El ministro de Asuntos Exteriores lleva algún tiempo buscando una solución que simplifique la estructura actual, en la que hay un secretario de Estado (el de Iberoamérica) que tiene las competencias de Cooperación; un secretario general de Cooperación; y un director de la Agencia Española de Cooperación Internacional (Aecid), que también tiene rango de secretario general. No resulta difícil pensar que se registren algunas interferencias entre los tres cargos a la hora de actuar.
De momento, ya se ha dado un paso que puede contribuir a la simplificación y a disminuir esas interferencias: el actual director de la (Aecid), Juan López-Dóriga, deja el cargo, en el que está desde enero del pasado año. López-Doriga, que tenía una amplia experiencia en Cooperación Internacional, desarrollada con gobiernos de uno y otro signo, se va con la promesa de una embajada, que, por ahora, no ha sido determinada, pero que no tardará mucho en conocerse.
Con su salida, se abre la posibilidad, según algunas fuentes, a que el secretario general de Cooperación Internacional, Gonzalo Robles, asuma las funciones de la dirección de la Aecid, lo que, de paso, le puede dar una mayor capacidad de movimiento y a su cargo una mayor relevancia. Algunos piensan, incluso, que podría suponer que la Secretaría de Estado de Cooperación y para Iberoamérica, a cuyo frente está Jesús Gracia, se quedara solo con las competencias iberoamericanas, entre otras razones porque el Gobierno quiere meter más velocidad a las relaciones con América Latina.
En cualquier caso, la Cooperación Española, que se ha visto reducida a la mitad como consecuencia de la crisis, necesita una buena revisión que la haga más profesional, después de unos años de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en el que si los fondos aumentaron sensiblemente, también lo hicieron las incorporaciones de personas afines al PSOE y las concesiones a proyectos ideológicamente muy marcados.
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