Las regañinas de Moratinos
Con el permiso tácito de mis vecinos de blog Mariano Calleja y Paloma Cervilla, hago una incursión en el debate parlamentario, que esta mañana estuvo dedicado a la futura presidencia española de la Unión Europea. A la espera de la bronca política que se espera para el miércoles, con la piratería de fondo y De la Vega como protagonista, la comparecencia del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en la Comisión Mixta Congreso-Senado para la UE tenía que haber sido una balsa de aceite. Sobre todo, porque los dos grandes partidos PSOE y PP, junto con CiU y PNV, han pactado una proposición no de Ley fijando al Gobierno los objetivos del semestre, dejando aparte un par de cuestiones en las que no hay acuerdo: Cuba y Alianza de Civilizaciones.
Todo discurría por los caminos esperados, incluida una expresión de satisfacción del portavoz catalán Jordi Xuclá porque el ministro sigue en su cargo y no se ha ido a hacer la política exterior de Europa. Le tocó entonces el turno a la popular Soledad Becerril, que, sin discrepar mucho de los planteamientos que sobre Europa se venían haciendo, se atrevió a ironizar con algunas cuestiones, entre ellas, “la última semanita” que había tenido el ministro y su disposición a ser candidato a la alcaldía de Córdoba.
A Moratinos, sin embargo, la ironía no le gustó y arremetió contra la diputada, en ese tono de regañina que suele utilizar también con los periodistas cuando alguna pregunta le resulta incómoda. Así que se fue creciendo, defendió la actuación del Gobierno en la crisis del “Alakrana”, preguntó a Becerril qué habría hecho el PP con el problema de la saharaui Aminatou Haidar, y volvió a revindicar su política hacia Cuba y el deseo de cambiar la posición común de la UE por una relación bilateral con el régimen castrista.
Soledad Becerril se mostró muy sorprendida, casi escandalizada, porque no se esperaba esa reacción, y comenzó su réplica, diciendo que como no conocía muy bien al ministro, antes de empezar la sesión le había preguntado al portavoz del Grupo socialista Juan Moscoso, si Moratinos es de los que acepta bromas. Ante la respuesta afirmativa, se lanzó por el camino de la ironía, pero se topó con la reacción del ministro. Así que, visiblemente contrariada, le pidió a Moratinos que no la regañara más. Vamos, como dirían aquellos del pueblo de Gila que le pusieron unos petardos en la boina a un forastero, que tuvo que salir zumbando sin media cabeza: “Si no sabe aguantar, una broma, que se vaya del pueblo”.
Con independencia de sus aciertos o desaciertos en el cargo, Moratinos es un hombre convencido de que lo que hace es lo correcto y suele tener un talante bastante abierto. Eso sí, alguien de confianza debería decirle que los calentones y los cabreos por las informaciones o las críticas que no le resultan agradables son malos compañeros en política.
Moratinos