El negro es mi color y no hace falta que me lo digan en inglés para que lo sienta aún más negro. Son como esas gafas con efecto «blind» de una campaña de la RAE para reivindicar el español. Suena bien, pero te deja cegato. «Tan ‘cool’, tan ‘trendy’, tan ‘ridicolous’» como el «Black Friday». Somos tan imbéciles que terminaremos celebrando el «Thanksgiving» —el día de Acción de Gracias, ¡con lo insípido que está el pavo!—, antes que el 12 de octubre por una crítica exacerbada a todo lo que huela a marca España.
Reconozco una gran debilidad por nuestro idioma, aunque soy la primera que lo desangro. Cuando llegué a Madrid compatibilice mis estudios en la Facultad de Ciencias de la Información en la Complutense con la venta de seguros llamando puerta a puerta —¿se llama marketing directo?—. Me tocó el barrio de Usera. Me pateé calles y calles desde sus casitas bajas hasta edificios estilo colmenas. Con el primer sueldo compré el diccionario de la Real Academia, dos tomos editados en 1984, sin rebajas ni leches, que ahora utilizo para enseñar a mi pequeña su uso como un juego —¡déjate que descubra lo fácil que es localizar las palabras en la red y no manejando esos tochos!—.
Tengo un toque de antigua. Y las únicas rebajas instaladas en mi ADN son las de agosto o la cuesta de enero, y no porque le pongan un rótulo de «Sales» creo que son más baratas. Esa es la cuestión, además de huir de los anglicismos, no caer en el timo de la estampita en inglés. Durante los últimos años, la OCU ha detectado durante el «Black Friday» casos en los que «el mismo producto había tenido un precio más bajo en los días anteriores». Y aunque es posible que haya chollos, advierte que «el nivel medio de precios de las tiendas apenas mostró variaciones». Para que no te den gato por liebre recomienda algo que nadie hace: un control de la evolución del coste del producto con un mes de antelación.
No sólo nos invade el inglés sino mucha tontería. Habría que promocionar «Viernes Negros» sin carácter comercial. Negro como el oscuro objeto del deseo para ahondar en una educación sexual cada vez más necesaria. Negro para incentivar el lado sombrío del alma y promover jornadas de Filosofía, esa asignatura reducida a la insustancialidad en la última reforma educativa. Negro simplemente como género, tanto literario como cinematográfico.
Mientras tanto tengo una buena razón para no usar este viernes la tarjeta.
Actualidad Marisa Galleroel