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Blogs Loading... por Marisa Gallero

«Tiempos nuevos, tiempos salvajes»

Marisa Galleroel

Empezaba Ilegales su primer álbum en 1982 con un tema que se convertiría en su himno, «Tiempos nuevos, tiempos salvajes». Era el año del cambio, el de la mayoría más que absoluta de Felipe González en las urnas, consiguiendo 202 diputados, haciendo que la UCD, el partido que había regentado el Gobierno, casi se desintegrase con 12 escaños.

Ahora pocas combinaciones pueden superar esa cifra. Tan sólo la suma del PP y el PSOE, la gran coalición, conseguiría once escaños más. Pero en el escenario de impostura actual, esperando hasta el último minuto qué pacto oculto desencadena el próximo 2 de mayo, si por Pedro Sánchez fuese, ésta sería la «última semana» del Partido Popular en el Ejecutivo en funciones.

«Mucha gente joven quiere un gobierno de cambio. Y yo tiendo la mano al señor Iglesias. No repitamos las elecciones. Pongamos fin al gobierno de Mariano Rajoy», dice mientras Pablo Iglesias reboza el pasado del PSOE en «cal viva».

Entre actos, Podemos se debate en su primera grave crisis interna, con la dimisión de hasta diez miembros del consejo Ciudadano, preocupados porque podrían rozar el poder mientras cada facción lucha por imponer sus ideas.

Los «moderados» quieren conseguir el «pacto del beso», como lo trivializó Iglesias. Los «radicales» ir a unas nuevas elecciones con la confianza de consumar el sorpasso al PSOE. Por mucho que Íñigo Errejón llamé a la «unidad, unidad, unidad» en un mensaje interno a sus «compas», y culpé a los medios de «crear un culebrón que no se corresponde con la realidad».

El grupo asturiano a principios de los ochenta llamaba a la rebeldía y a la movilización social, con un cóctel de rock y punk, en unos años marcados por el paro y la crisis, que bien podría haber sido el cántico del 15-M: «Levántate y lucha, esta es tu pelea, levántate y lucha, no voy a luchar por ti».

Por las aspiraciones de Podemos, parece que esa lucha, «un país para la gente», no es su primera prerrogativa, y lo que está en juego es el «asalto a los cielos» con una vicepresidencia a la medida del ego de su líder. Con sillones estratégicos y con el control sobre los servicios de inteligencia, de la televisión pública, del CIS, del BOE…

Muy alejado de priorizar el rescate de la gente, del grito de «¡Si se puede!» que les encumbró, y que ahora se convierte en una mera firma para frenar ataques: «Claro que se puede».

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