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Blogs Loading... por Marisa Gallero

Sobre la tiranía

Marisa Galleroel

 

«En política, que a uno le engañen no es excusa» es la cita que abre el último ensayo de Timothy Snyder, historiador en la Universidad de Yale, doctorado en Oxford y uno de los intelectuales de más prestigio en los círculos universitarios estadounidenses. «Sobre la tiranía» (Galaxia Gutenberg) propone recordar la historia, a pesar de que no se repite, pero sí alecciona, porque nos enseña que «las sociedades pueden quebrarse, las democracias pueden caer, la ética puede venirse abajo, y un hombre cualquiera puede acabar plantado al borde de una fosa de la muerte con una pistola en la mano». ¿Acaso somos más sabios que los europeos que vieron cómo la democracia daba paso al fascismo, al nazismo o al comunismo?

Organizado en veinte lecciones que aprender del siglo XX, que se leen de forma trepidante, visualizando los errores del pasado en una actualidad a golpe de clic, aunque su propuesta es que hay que rodearse de libros y leer periódicos en papel impreso, «para que las noticias puedan desarrollarse en nuestra mente».

Así, si obedeces por anticipado, convirtiendo tu silencio en cómplice, le otorgas el poder al autoritarismo libremente. Olvidando que los gobernantes que han logrado la autoridad a través de las instituciones, pueden destruirlas. «No se protegen a sí mismas». Por eso, hay que defenderlas, tomar parte.

«Un partido envalentonado por un resultado electoral favorable, o motivado por la ideología, o ambas cosas, podía cambiar el sistema desde dentro». Y si miramos atrás, encontraremos múltiples casos donde la convocatoria electoral fue la última, cayendo la democracia. «¿Acabaremos viendo las elecciones de 2016 de forma muy parecida a como los rusos ven las elecciones de 1990?», se pregunta Snyder mirando directamente a los ojos de Trump, donde se refleja Putin con sorna. A nivel nacional, tenemos todavía muy presentes los diez meses de bloqueo, los juegos de políticos sin altura, negociaciones sin posibilidades reales de cambio, y que 2017 no nos aleja de volver a repetir un experimento, como si en una noche de tormenta fuera a tomar vida Frankestein.

«Limitarse a cumplir órdenes» es igual de nocivo que escudarte en hacer lo mismo que todo el mundo. «Churchill no hubiera mantenido a Gran Bretaña en la guerra, no habría quedado guerra alguna que librar». Se desmarcó. Como Rosa Parks, cuando decidió no ceder su asiento a un blanco por el hecho de ser negra. Para que ahora sus descendientes, creyendo que el Brexit es una forma de volver al Imperio Británico, cuando la realidad es que separarse de la Unión Europea es un salto a lo desconocido, con esa primera parada en el Parlamento de Escocia, que ha impulsado un nuevo referéndum de independencia. Sonreirá Puigdemont y sus socios de la CUP, que lo exigen escracheando.

En el terreno individual, todos podemos contribuir, entre otras cosas, con algo trivial. «Evita pronunciar las frases que utiliza todo el mundo». Y pienso que el relato ahora es ver «tramas» donde no las hay . Usando conceptos simples y reiterativos para crear un complot burdo, del que sólo Podemos nos librará. Ese partido que se les llena la boca con la palabra gente, pero esa gente, siempre se refiere a algunas personas, no a otras y, desde luego, no a todas.

Con una crítica feroz a la red que nos atrapa y nos consume el tiempo que no tenemos, dejando rastros de nuestra identidad. «Quien sea capaz de vulnerar nuestra privacidad puede humillarnos. Nadie tiene una vida privada que soporte su revelación pública con intenciones hostiles». Como ejemplo, los correos electrónicos de Hillary Clinton, aunque aquí tenemos cerca las grabaciones intimas de Juan Carlos I, a las que Irene Montero quería sacarle brillo en el Congreso. Advirtiéndonos el historiador que al informar de actos de violación de la intimidad como si se tratara de una noticia, «estamos participando en la demolición de nuestro propio orden político». Como pensaba Hannah Arendt, «nuestra avidez por lo secreto es peligrosamente política».

Y, siempre, tenemos que luchar por la libertad. Nuestra libertad tiene un precio que no puede sacrificarse en nombre de la seguridad. Ambas corresponden mejorarlas al Gobierno, pero no con el menoscabo de una por otra.

Snyder diserta desde el pasado proyectándose en el futuro, pidiéndonos que abramos los ojos en estos tiempos dislocados. Rabiosamente actual.

 

 

 

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