El otro día leyendo a la gran Celia Blanco, que no sólo habla de sexo sin morderse la lengua en La Ser, reconocía que su fantasía sexual no cumplida era «tener a dos hombres entre sus piernas». Ella que se mueve como una anguila en las aguas turbulentas y profundas del sexo puso el acento en una obviedad. No es habitual en la cama la penetración a dos bandas.
Y no es una reflexión gratuita, sino al hilo de hechos que nos venden como corrientes. Sin ir más lejos las declaraciones de los tres jugadores del equipo burgalés de Tercera división que están en prisión provisional sin fianza. Dicen que su encuentro con una menor de 15 años fue algo «consentido». Igual que la chica de 18 años en San Fermín. Quería ser penetrada anal, vaginal y oralmente por cinco tíos en el rellano de unas escaleras donde entró agarrada por las muñecas. Sin preservativos ni nada.
Ese fue también el argumento del Prenda, el líder de La Manada, al Tribunal. Es «habitual» que una mujer quiera tener sexo «con dos o tres» hombres a los que acaba de conocer. Queremos estar con dos o con cinco y no lo sabíamos. Describen con una naturalidad, que no deja de sorprender la ceguera, que ella estaba «activa». Boza, el que le dio el beso antes de entrar al portal, lo llama «llevar la batuta». Nada que ver con su relato: «Recuerdo la presión en la mandíbula, en las caderas, y alguna que otra vez un tirón de pelo. Yo llevaba una coleta y cómo me agarraban del pelo y me tiraban de la cabeza para adelante y para atrás… Cuando estaba en el cubículo no me daba la cabeza para pensar cómo puedo salir de aquí, sino que simplemente me sometí y quería que todo acabara». Suena a todo menos a sexo consentido.
En Arandina tenemos la versión de tres contra una. En sus fantasías viriles será consentido que tres tipos, entre 19 y 24 años, desnuden a una cría y le agarren las manos para mantener relaciones. Incapaces de ver su superioridad, tanto de edad como de número, ni la intimidación. Más que execrable. En ese sentido el Código Penal no se anda con sutilezas. Cualquier acto sexual con un menor de 16 años se considera un abuso. Y el auto de prisión habla de agresión, que conlleva violencia. Ella lo dijo claro. Se dejó «para evitar males mayores». Y ratificó su denuncia de manera «coherente, sin ambigüedades ni contradicciones».
A ver si se les graba en la mente a tanto macho cabrío, en lugar de la perversión de inmortalizar vídeos de abusos para compartirlos, que no se puede forzar a nadie a tener sexo. Mucho menos para ir luego alardeando de ser tan machotes a través del móvil. El capitán de la Arandina les califica como chavales «normales, que hacían sus risas, divertidos». La normalidad era eso. Ir a verlos entrenar al campo de fútbol para terminar sometida por la nuca.
Muy de tercera.
Actualidad Marisa Galleroel