Reconozco que he amanecido esta mañana desolada al conocer el resultado del Brexit. No lo esperaba. Siempre crees que el sentido común saldrá ganando.
Con estupor he escuchado al inconsciente David Cameron, a Nigel Farrage, ese líder inglés que prometió en campaña reubicar los 350 millones de libras semanales que pagan a la Unión Europea en la sanidad pública británica, y hoy dice que fue un «error», a Boris Johnson, a economistas que razonan que nos viene un tsunami, que empieza a coger forma en España con la mayor caída del Ibex de su historia.
Entre ellos, José Carlos Díez, con palabras reprobatorias para el Gobierno de Mariano Rajoy –«si aprendió algo del rescate de 2012 o se va a meter de nuevo en el camarote en medio de la tormenta»–, y lanzando la pregunta de si Pablo Iglesias convocaría un referéndum para que España saliera de Europa, dejando de lado la ambigüedad, sí o no.
Ante todo, el verdadero talento de Iglesias es jugar a ser una cosa y su contraria, de no pronunciarse en temas que le pueden restar apoyos a su formación.
Él mismo lo escribía en «Una nueva Transición»: «Cuando nos resistimos a entrar en debates sobre la forma de Estado, la memoria histórica o la política penitenciaria, no quiere decir que no tengamos una posición al respecto o que la hayamos moderado, sino que asumimos que, sin dispositivos de poder institucional, no tiene sentido buscar en estos momentos terrenos de enfrentamiento que nos alejan de la mayoría, que no es “de izquierdas”».
Total, para qué alejarse del electorado recordando que en el Parlamento Europeo han votado enmiendas que estudian la salida del euro y el fin del actual sistema monetario, como recordaba Jordi Sevilla.
No es que se hayan moderado, sino que no interesa recordar cuáles son sus posiciones. Mientras nos quedaremos sin saber si también convocarán un referéndum, porque de «una Europa justa y solidaria nadie querría irse».
Este final de campaña, agobiante de calor y de lemas cansinos de tanto manosearlos, se escuchan los ecos de las grabaciones de Fernández Díaz, los lamentos de Londres, y de una Gran Recesión que nos está esperando con una sonrisa a la vuelta de la esquina.
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