Me contaba Txiki Benegas en diciembre de 2014 cómo cedió la presidencia a José Antonio Ardanza al no tener los votos suficientes el PSE para gobernar en solitario. «Intentamos todos los acuerdos posibles. Primero con Euskadiko Ezkerra. Me llegaron a plantear que fuera lehendakari Juan María Bandrés. “Pero, ¿cómo?” -les decía-. “Si vosotros tenéis 9 diputados y nosotros 19”. “Porque tú no sabes euskera”, respondían. “¡Joder, ni Bandrés tampoco!”. Me estaba comiendo todo el tiempo, y si no se formaba un Gobierno, había que repetir las elecciones. Eso hubiera sido un fracaso tremendo. Decidimos ir a un Gobierno de coalición».
La noche que Benegas vio que no había vuelta atrás fue la del 20 de enero de 1987. Reunidos hasta la madrugada en un caserón en Treviño con una nevada imponente. Intentando negociar la opción de un Gobierno tripartito, hasta que cedieron el testigo ante el PNV de Ardanza. «Realmente no tuve opción de equivocarme», concluía el histórico socialista.
30 años después, también de madrugada, se ha gestado silenciosamente el Gobierno de coalición entre el PNV y el PSE. La gran diferencia es que los socialistas ya no son lo que eran. Reducidos a la cuarta fuerza en el Parlamento vasco, se pueden convertir en meras comparsas en manos de Iñigo Urkullu.
Idoia Mendia ha cambiado sillones por principios, al estilo de Groucho: «Si no le gustan tengo otros». Trabajo, Vivienda y Turismo por el concepto de «nación» y el fin de la política de dispersión. ¿Sin pedir perdón a las víctimas de ETA por qué eso es «bajarse los pantalones» como decía Otegui? ¿«No abandonar la agenda social por la soberanista» ya no es una prioridad para Mendia?
Lo paradójico es que Patxi López, ese hombre que camina sobre la estela de Pedro Sánchez, y que fue lehendakari por el apoyo del Partido Popular, piensa que «la gestora tiene que estar tranquila porque es bueno para España». ¿También si el PNV pacta con Bildu la autodeterminación del País Vasco?
Escuchando la tertulia de Hora 25 se intuye el despropósito de un PSOE que no tiene donde agarrarse. Fue muy claro Iñigo Errejón marcando la disyuntiva. «Parece que para el PSOE el derecho a decidir en el País Vasco sí que vale, ¿por qué no se pudo explorar a nivel nacional?». Lamentó Andrea Levy, que conoce por experiencia las consecuencias en Cataluña, que «lo primero que conozcamos sea poner sobre la mesa el derecho a decidir. Abriendo debates estériles en tierras de nadie».
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