Por aquellos años de la posguerra, mi abuelo tenía un jarroncito en la mesilla de noche donde guardaba las colillas de los cigarrillos que todavía podía apurar. Con papel de liar volvía a crear la ilusión de un cigarro nuevo, ante la atenta mirada de mi madre.
Viendo como las guardaba como oro en paño, se le ocurrió sorprenderlo. Durante una mañana, recogió por las aceras del pueblo todas las colillas que encontró hasta llenar el preciado recipiente. A día de hoy todavía recuerda la cara de estupor y asco de mi abuelo cuando vio hasta colillas de puros, mientra exclamaba escupiendo: «¡Me cachis en la mar, si hasta puede haber de ese fulano con boqueras!».
Cuando veo la obsesión de Manuela Carmena con las colillas, pienso que quizá de pequeña tuvo una experiencia como mi madre en esos años del hambre, cuando se merendaba pan con algarrobo, porque lo del chocolate, era demasiado caro.
Lo primero fue sugerir un concurso «de a ver quién recoge más colillas» para niños y después «darles unos premios» que más parecía una ocurrencia de «El Mundo Today». Con lo mal que huele el tabaco, no me podía imaginar a niños como mi pequeña recogiendo las colillas chupadas y pisoteadas de las aceras. ¿Acaso los niños fuman y tiran colillas al suelo? ¿A quién quería concienciar para que fuera más cívico?
Después pedir la colaboración a los jugadores del Real Madrid de baloncesto tras ganar la Copa del Rey regalándoles unos ceniceros portátiles y, por último, el colillómetro. El Ayuntamiento de Madrid planta lechugas o acelgas en las azoteas, y a pie de calle instala papeleras con urnas para votar al próximo campeón de Europa.
En total se han recogido 1.717 colillas, ganando la porra el Atlético de Madrid por un 59,82% de ‘colillas’ frente a un 40,18% para el Real Madrid. No me parece que haya sido una medida acertada, si de las calles madrileñas se recogen unas 500.000 colillas al día.
Si hay una Ordenanza de Limpieza de Espacios Públicos aprobada por Ana Botella que prohíbe arrojar colillas a la vía pública, catalogada como falta leve que puede acarrear una sanción de hasta 750 euros, bastaría con empezar a poner esas multas y ya verás como has concienciado en un santiamén.
Mientras no puede ser que para Carmena una de las gestiones más importantes en la capital sean las malditas colillas. Empieza a rozar lo absurdo.
Actualidad