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Blogs Loading... por Marisa Gallero

La victoria amarga de Arrimadas

Marisa Galleroel

 

En el debate final televisado en vísperas de las elecciones danesas en la serie «Borgen» Birgitte Nyborg, líder del Partido Moderado, realiza un discurso desde las tripas que traspasa la pantalla. Emotiva, directa, sincera llega al electorado aumentando así sus escaños. Este hecho unido a su capacidad de generar consenso con otras fuerzas políticas le convierte en la primera mujer en ser Primer Ministro de Dinamarca. A Inés Arrimadas le va a pasar lo contrario. Es la gran triunfadora del 21-D. Suyo es el 155 aprobado por mayoría absoluta del Partido Popular en el Senado. Pero será muy difícil que sea la primera presidenta de la Generalitat. Es su victoria más amarga.

¡Qué hubiera pasado si en su minuto final en el debate que transmitió La Sexta hubiera hablado con el corazón en la mano! Le faltó esa emoción que pudiera reventar el escrutinio del 21-D, dándole sin querer la razón al candidato de ERC, Carles Mundò, cuando le atacó diciendo que era un producto de laboratorio. Si aquellas palabras no hubieran estado enlatadas como las risas en los programas de comedia, quizá en esta jornada decisiva hubiera hecho historia.

Arrimadas ha sido una líder innata. Su fuerza arrancó en las jornadas maratonianas del Parlament cuando a Carme Forcadell le dio por reventar el reglamento. Su trayectoria ha sido imparable. Se ha convertido en un peligro para los independentistas. En el motor de España en Cataluña. Se siente en cómo la insultan. En cómo le gritan fascista. Ha anulado al PP, que disminuye hasta quedar como un partido residual.

Sin saberlo, Xavier García Albiol era el conductor de la furgoneta blanca de la CUP. Se han despeñado ambos por el precipicio. ¿No querían mambo? Pasen por el grupo mixto. En esta coyuntura, Albert Rivera puede estar tentado en moverle la silla a Mariano Rajoy. El mayor perdedor de estos comicios. Así se lo recuerda con recochineo Carles Puigdemont desde Bruselas: «La República catalana ha ganado a la monarquía del 155». El expresident adelantó a Oriol Junqueras. Huyó de incógnito en coche y le dejó la épica de Estremera. Su triunfo es superior porque el bloque secesionista sigue sumando mayoría absoluta para continuar con la farsa hasta el infinito y más allá.

Bailar con la ambigüedad marcó los pasos de Miquel Iceta, que movía las caderas al ritmo de unos y otros. Ni le iba a dar el Govern a los independentistas ni a Ciudadanos. Un día decía que condonaba la deuda de Cataluña. Otro pedía indultos. Otro se vendía como un medicamento sin receta. El mensaje sin fisura del PSC era de Josep Borrell. Él sí que no tuvo ningún reparo en ponerse al frente de la otra mitad silenciada.

Es lo que tiene jugar con la ambivalencia. Igual que Pablo Iglesias, el gran estratega, a quién se le ha terminado atragantando la cena de Roures. Su tripartito de izquierdas suma igual que los llamados partidos constitucionalistas. 57 escaños. Xavier Domènech no es la cerradura ni la llave ni el pomo de ninguna puerta. Han perdido incluso el bastión de Ada Colau, descendiendo en Barcelona del 25% de los votos en las municipales del 2015 al 9,3%.

Cataluña sigue ingobernable. Absolutamente dividida. Ni Arrimadas podrá conseguir la investidura ni Puigdemont si pisa territorio español. Mientras seguiremos viendo la sombra del 155 como si la marmota supiera que el invierno recién estrenado se va a alargar sin ninguna duda.

 

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