48 horas después de su declaración ante el juez Cándido Conde-Pumpido por un supuesto blanqueo de 1.000 euros, Rita Barberá se fue lejos de la ciudad que conquistó con cinco mayorías absolutas. Quién le iba a decir que iba a encontrar más solidaridad en las dependencias frías de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares, que en su último paseillo por el salón de los pasos perdidos del Congreso.
Los acusados en el juicio de Gürtel respiraban por la herida abierta tras la muerte inesperada de Barberá. Nada más entrar, Álvaro Pérez conocido como «El Bigotes», consternado, lamentaba que al final la exalcaldesa valenciana se haya ido «con una mancha de la que nunca podrá defenderse». No tendrá su otra mora verde.
Recordando como fue repudiada en la apertura solemne de la legislatura por muchos de su antiguo partido. «Tengo en mi retina la imagen de una Rita el otro día en las Cortes abandonada como una perra; algunos cobardes ni la saludaron para que no les vieran con ella… La han abandonado los suyos y eso es una canallada».
Alberto López Viejo, delfín de Esperanza Aguirre, exviceconsejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid, siempre en silencio, también quiso dar su apoyo a Rita. «Lamento profundamente la muerte de una compañera y amiga que conocía desde hace 20 años. Precisamente hablé con ella la semana pasada para animarla, ya que se encontraba deprimida y muy sola. Es impresentable que los mismos que la han machacado, abandonado y contribuido a su triste final, sean los mismos que se rompen las vestiduras y se dan golpes de pecho. Es sencillamente asqueroso».
El clamor de todos se centra en la «incapacidad de defenderse de los ataques». Se saben ya condenados, aunque hasta ahora la Fiscalía se mueva más cómodamente entre indicios que pruebas. «Todos los días ponen la picadora mediática y trituran personas sin respetar la presunción de inocencia. Rita ha sido fiel, discreta y leal hasta el final de sus días», concluye López Viejo que espera en breve su turno para declarar.
Y es que Rita ya no era del PP ni «la mejor», y eso es lo que más le dolía. En el quinto punto del comunicado donde expresaba su voluntad de «NO DIMITIR del Senado», explicaba que había solicitado la baja del Partido Popular como una muestra más de entrega, «porque así me lo ha pedido». De ese partido para quién lo fue todo, aupando a Mariano Rajoy en el Congreso de Valencia. Ese Rajoy que tras unos días de no mencionarla, dijo que «no tenía ninguna autoridad sobre Rita».
Desde que el Supremo decidiera investigar si había una caja B en el grupo municipal del PP valenciano, había emprendido con orgullo la soledad del corredor de fondo. Parecía que le daba igual todos los desprecios y se atrevía hasta con el besamanos real. Esa soledad finalmente pudo con Rita.
Actualidad Marisa Galleroel