André Courrèges, el fundador de la casa de modas francesa, ha desaparecido tras una larga enfermedad degenerativa. Fue el responsable del éxito de una de las grandes casas de moda en los años 60 y 70. Junto a Pierre Cardin, Paco Rabanne, Mary Quant, Emilio Pucci e Yves Saint Laurent, Courrèges formó parte de un sexteto innovador y revolucionario en la moda.
André y Coqueline Courrèges fundaron su casa de modas en 1961. Pareja eterna y productiva, supieron sacar partido a su imaginación desbordante y a la experiencia de André con el gran Balenciaga. Coqueline, la parte práctica del dúo, recuerda como sus creaciones de minifaldas, pantalones y prendas en tejidos técnicos, pusieron de actualidad la moda “espacial”. Era una época en la que se soñaba con llegar a la luna, con viajes inter galácticos y vestidos futuristas. André creó el look de la “Fille de Lune” (chica de la luna, en francés), con vestidos en pvc, gafas blancas y calzado futurista.
Los Courrèges innovaron usando el charol y el neopreno como nadie hasta entonces. Otorgaron a la indumentaria femenina gran simplicidad, comodidad y libertad de movimientos. Sus diseños se expandieron rápidamente por el mundo, convirtiéndose en una de las marcas más copiadas masivamente.
Entre su creaciones más famosas, se encuentran las parcas y la ropa de gimnasia, playa y baño. En los años 70, comenzaron a crear moda para hombres y una exitosa colección de perfumes. Ya se habían lanzado desde la alta costura hacia prêt-à-porter, porque –según el propio Courrèges- “si nos van a copiar otros, mejor nos copiamos nosotros mismos”.
Sus éxitos rotundos y su capacidad de dotar al pantalón de poderes plenipotenciarios en el guardarropa femenino, cambiaron la moda mundial.
El grupo L’Oreal comenzó a interesarse por sus perfumes, convirtiéndose en su distribuidor exclusivo e invirtiendo como accionista. Estos apoyos les llevan a abrir su espacio blanco en la rue François 1er. El éxito de sus colecciones se refleja en el elenco de clientas -entre las cuales estaban Jackie Kennedy, Audrey Hepburn o Catherine Deneuve – y en las alabanzas de la prensa más exigente, encabezadas por Diana Vreeland.
En los años 80, su nivel de actividad cayó radicalmente. Habían cedido numerosas licencias, entre otros al grupo japonés Itokin, que en 1983 se hizo con el 50% de la marca. Tras varios años, diversos propietarios y múltiples procesos judiciales, André y Coqueline Courrèges volvieron a comprarla.
En 1993 contrataron a Jean-Charles de Castelbajac para que se ocupase de la costura, pero el creador solo permaneció un año en el puesto. la marca quedó en un limbo de actividad y comunicación. En 2002, volvieron a desfilar en la Alta Costura de París y unos años más tarde, tras su colaboración con La Redoute, retornaron a la actualidad. Pero ni siquiera su deficitaria situación económica, les hizo ceder a la venta. La posibilidad de que su querida marca fuese engullida por LVMH o PPR, les resultaba insoportable.
Hasta que conocieron a un dúo de inversores, antiguos directivos de la agencia de publicidad Young & Rubicam en Francia, ajenos a la moda y sin experiencia previa en el sector. Ellos dos, tras varios años conquistando a Coqueline, se llevaron el gato al agua. Se trata de Jacques Bungert y Frédéric Torloting que en 2011 se hicieron con la gran casa. Han nombrado a Sébastien Meyer y Arnaud Vaillant como directores creativos de la línea de ropa femenina.
Ahora, la casa francesa ha creado una edición limitada de la famosa botella de agua Evian, acaba de firmar un acuerdo para crear 13 piezas en colaboración con Estèe Lauder, e influye en los estilismos de Vuitton y Chloé, entre otras grandes casas. Aunque los dos promotores de la marca no cuenten con el talento infinito y visionario de André Courrèges, ciertamente poseen las 25.000 piezas de los archivos históricos de la fábrica de Pau. Nada más y nada menos que el legado del modisto sideral.
Otros temas María Luisa Funesel