(Publicado de nuevo, con modificaciones, el 28 de agosto de 2021).
Manolete fue el primer torero fashionista. El “monstruo” de Córdoba, que revolucionó la tauromaquia, también influyó en la moda masculina de los años 40. Y por ende, en la actual. Mañana hará 74 años del día de su muerte y eso merece reeditar este artículo que escribí en otro aniversario de su marcha.
Pero antes de nada, incluyo un poema-homenaje en memoria de Manolete escrito por un cordobés muy metido en la tauromaquia, caballista y poeta en sus ratos libres, Augusto Centeno.
“ Entre clamores y oles,
Tuvo una entrada en el cielo,
El torero de mas talla ,
que nos arrebató Islero,
Cien años ya lo comtemplan,
Cien años ya en el recuerdo,
Que porte tenia de calle,
Que majestad en el ruedo,
Con treinta primaveras,
Al monstruo de los toreros,
Un Miura traicionero,
Baño de sangre Linares,
Para llanto y desconsuelo,
Nada será lo que era,
Cordoba esta de duelo,
Que mataron a Manolete,
Califa de los toreros!!!”
Augusto Centeno
Y volviendo al artículo publicado en 2018:
Cada mes de agosto, los cordobeses de pro y los aficionados a la tauromaquia recordamos con un pinchazo en el corazón la pérdida de Manolete.
Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, (Córdoba, 4 de julio de 1917 – Linares, 29 de agosto de 1947), revolucionó los ruedos y supuso un antes y un después en el mundo del toro. Pero el astro de Córdoba, que tan bien representó los valores de su ciudad natal fue, además de un figura sin igual en la plaza, un gran revulsivo para la rancia moda masculina española de la época.
El IV Califa del Toreo, tan elegante, reservado, serio e inimitable como la ciudad que le parió, marcó la España de la posguerra con su gran personalidad a la hora de lidiar un toro y de enfrentarse a la vida. “El Monstruo”, apodado así por ser referente de una manera de entender el toreo, fue siempre un enigma, por más que se hayan escrito 600 libros sobre él. El “suicida inconsciente”, leyenda e icono español donde los haya, toreó con maestría, con finura, con pases mirando al público, citando de lado y siempre con su postura mayestática e inmóvil.
Alto, enjuto, de frente despejada y ojos de triste magnetismo, el elegante y peculiar porte de Manolete seguía impresionando fuera del ruedo. Sus impecables trajes de chaqueta cruzados con pañuelo en el bolsillo izquierdo, rivalizaban con la fuerza de su mirada penetrante, su perfil griego y ese eterno cigarrillo a medio consumir en la mano.
Las gafas, vanguardistas y compradas en el extranjero, fueron otro de sus amuletos fuera de la plaza. Sus calcetines, curiosos y con más de un color, no se han puesto de moda hasta recientemente. Los pantalones con vuelta en los bajos, los trajes de chaqueta blancos en lino -más propios de un actor de Hollywood que de un torero andaluz- y sus eternos zapatos bicolor ingleses, fueron otros de sus clásicos.
Pero quizás lo que más sorprenda sea ver a un Manolete ataviado con pantalones vaqueros y cazadora oscura, un atuendo que no se popularizó hasta 10 años después de su muerte y que Marilyn Monroe lanzó a la fama mundial solo a principios de los 60. Esto muestra lo viajado que estaba el diestro cordobés, quien además de reponer su armario en una entonces modernísima Cuba, visitaba con cierta frecuencia los Estados Unidos. De allí se había traído una gran nevera norteamericana para su preciosa casa de Córdoba, que por cierto había pertenecido previamente al padre de Ortega y Gasset, el escritor y periodista Ortega y Munilla.
Décadas después de su muerte llegarían las campañas de publicidad de Paco Ojeda para “Guess” y la aparición de Emilio Muñoz en un video con Madonna.
Las recientes colaboraciones de Cayetano Rivera con Loewe y Armani han sido sonadas. Y un Manzanares hijo posando para Dolce & Gabbana se ha paseado por las revistas de todo el mundo. Moda y Tauromaquia forman una asociación artísticamente fructífera.
Pero nada iguala al cordobesismo puro, al estoicismo con empaque, a la orgullosa valentía amedrentada y a la enigmática presencia de Manolete, ya fuese en la plaza con los trajes de luces hechos por su habitual Fermin, o en la calle con prendas a medida y accesorios comprados en otros mares. Aunque, como él mismo diría con la modestia que le caracterizaba y que reflejó en 1945 tras su apoteósico triunfo en en Sevilla: “No es pa tanto, no es pa tanto…”.