Si algo distingue verdaderamente a los franceses de los españoles, es que no les duelen prendas al presumir de sus posesiones patrias. Sin complejos. Hoy se marcha el matrimonio Macron de Bregançon, un antiguo fuerte, ahora convertido en el Elíseo del verano, donde han pasado un par de semanas.
Durante estas vacaciones, Macron y Brigitte han salido del fuerte en contadas ocasiones para montar en bicicleta o visitar el pueblo más cercano. En realidad, han convertido el lugar en centro de reunión del presidente de Francia con mandatarios de otros países.
Casi ignorada por jefes de Estado anteriores, Macron la ha convertido ya en un símbolo francés fuera de las fronteras, donde recibió, para empezar, a Theresa May, primer ministro del país amigo/enemigo.
Bien situado en la Costa Azul, al borde del Mediterráneo, el fuerte está sobre una roca de más de 35 metros de altura, unida al continente por un largo embarcadero con una esplanada, que construyó de Gaulle para facilitar aparcamiento y aterrizaje de helicópteros.
Ya en la Edad Media existía allí un castillo que perteneció a la señoría de Brégançon, unida más tarde a los vizcondes de Marsella. En 1257, fue comprado por el conde Carlos de Anjou, hermano pequeño del rey Luis IX, el famoso San Luis (hijo de Luis VIII y de la infanta Blanca de Castilla, hija a su vez de Alfonso VIII. Por lo tanto, San Luís rey de Francia era primo hermano del rey castellano Fernando III el Santo. Una familia de Santos, está visto).
Pasó de mano en mano siempre entorno a las familias reales sucesivas, aunque los únicos reyes que hicieron noche en el fuerte fueron Carlos IX y su madre, Catalina de Medicis.