Ucrania gana Eurovisión y los rusos se pillan el cabreo del siglo. La final de la 61ª edición del certamen ha sido reveladora en cuanto a la influencia de una geopolítica en la que España ni pincha ni corta.
Con el nuevo sistema de votaciones de este año, no se han sabido los resultados hasta el final. En un mar de canciones similares, réplicas de otros años, lo que reluce es la gran variedad de nuevos países participantes, desde Bielorusia hasta Letonia.
Es una alegría saber que ha ganado la representante de un país oprimido y con dificultades. Jamala, la abanderada ucraniana, le quitó el primer puesto al ruso, Sergey Lazarev, que esperaba ganar y quedó tercero. La canción incluía toda una serie de batallas geopolíticas del la zona de la Ucrania actual durante décadas. Bulgaria y Suecia también quedaron entre los 5 primeros. Armenia, Lituania y Polonia estaban entre los primero 10.
Está claro que con la atomización de países del Este, es imposible que España -y muchos otros países- vuelva a ganar. Menos mal que Eurovision ya no nos importa a los españoles, que lo consideramos un concurso para países en vías de desarrollo.
Y que la pobre Barei no pida perdón, que ganar en Eurovision es ya una tarea imposible. De nada sirve cantar en inglés ni en chino… Este año consistía en castigar a Rusia, algo que los países de su entorno hicieron con gusto y una guerra en la que nosotros no entramos. Ganas dan de borrarse de semejante concurso, pero sería quizás insólito. La solución, en realidad, sería invitar a todos los países de América a participar también. Con los votos de Colombia y Ecuador, tendríamos alguna posibilidad.
Otros temas María Luisa Funesel