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Blogs Laboratorio de Estilo por María Luisa Funes

Embrujo y recogimiento en la Semana Santa de Córdoba

María Luisa Funesel

Si los de Bilbao dicen que pueden nacer donde quieran, en Andalucía, entre otros defectos, tenemos el de saber organizar eventos culturales, ferias y manifestaciones religiosas mejor que nadie. No se me enfaden los de fuera, pero las novedades en esta última Semana Santa hacen que las principales ciudades andaluzas superen el nivel de organización, pulcritud y belleza que ya tenían.

Trono de Málaga

En Sevilla se han establecido normativas para el cierre de los bares al paso de las imágenes debido a las aglomeraciones y la “cacofonía” que el copeteo creaba en contraste con el paso de Cristos y Dolorosas.

La Macarena en Sevilla

En Málaga, los preciosos “tronos” cada día lucen más. El trono malagueño es lo que en el resto de Andalucía se llama “paso”, la imagen sobre un estrado móvil, que en el caso de Málaga va portado en los hombros de muchos cofrades con larguísimas “andas” a la vista, en lugar de los habituales costaleros del resto de las provincias andaluzas.

2016, en Málaga, Antonio Banderas como mayordomo del trono de María Santísima de Lágrimas y Favores

Mientras que antes los que portaban los tronos solían ir de traje de chaqueta oscuro, los cofrades malagueños se han “uniformado” recientemente, con túnicas y guantes a juego con los colores de cada hermandad o cofradía. La imagen visual es impactante, bellísima y está llena de discreta armonía. Y Antonio Banderas ha puesto su quintal de arena para promocionar la Semana Santa de su ciudad natal.

Pero si bien hay Semanas Santas con más recursos o más fama, no hay ninguna en el mundo que circule en un entorno más impactante e histórico que la de Córdoba. Y esto se debe en parte al cambio de circuito de la Carrera Oficial de las procesiones, que tuvo lugar el año pasado y que ha transferido las procesiones del centro  de la ciudad a la zona de la Mezquita Catedral, la judería y las calles adyacentes.

Plaza de la Corredera

Es así como mientras en otras ciudades andaluzas de maravillosa Semana Santa, los pasos circulan en gran medida entre escaparates de marcas de moda low cost, letreros de seguros para defunción y grandes almacenes, en Córdoba las escenas tienen ahora lugar entre edificios y restos históricos milenarios.

Puerta de la Mezquita Catedral al Patio de los Naranjos

Ya sea pasando por las columnas del Foro Romano, por los arcos de la plaza de la Corredera, por la Plaza del Potro, por el recinto del inquietante Cristo de los Faroles o por la impresionante Mezquita Catedral, el visitante queda absorto ante una ciudad a la que Machado describía como  “romana y mora, Córdoba callada”.

La flema y la seriedad del cordobés, en general, la discreción de sus expresiones y su modo desapercibido de alternar la salida de una imagen del templo con unos “medios” -leáse copas de vino de Montilla-Moriles- en un bar cercano, hacen de la ciudad califal un templo a la tranquilidad más exhuberante, aunque pueda sonar contradictorio.

Las callejuelas, en las que los pasos tienen los centímetros justos para circular frente a discretísimos patios, delante de conventos de los que sale un canto o rodeando cientos de rejas floridas, son otro escenario impactante por su rigor y misterio.

Pero la muchedumbre también se agolpa en muchos lugares: en el Puente Romano, el Arco del Triunfo o en el Compás de San Francisco, en este último, muy especialmente cuando La Legión acompaña al Cristo de la Caridad. En 1951, la Real Hermandad de la Caridad hizo hermano de honor al Tercio Gran Capitán de la Legión, celebrando que Gonzalo Fernández de Córdoba – ese gran militar cordobés que tantos terrenos conquistó para la España de los Reyes Católicos- fue miembro de esta congregación.

Toda una ciudad Patrimonio de la Humanidad se vuelca en silencio con su Semana Santa, cuajada de gente sin ni siquiera necesidad de que acudan muchos extranjeros, algo que mejoraría la economía de la ciudad pero que quizás le restaría el encanto de lo auténtico que aún posee y que no sabemos si se podrá guardar para siempre.

Como el cordobés sabe combinar con naturalidad lo divino con lo humano y  la devoción con el disfrute, nada mejor que recurrir a un tentempié en las largas horas de procesiones en alguno de los estupendos establecimientos de cocina sencilla -carente de toda gilipollez, con perdón-  pero soberbia y para todos los gustos, que ofrece el otrora Califato Independiente de Córdoba.

El Mesón Bandolero ha quedado en el interior del nuevo recorrido de la Carrera Oficial y es por ello un práctico recurso con buen ambiente, aunque  las propuestas gastronómicas de los bares de los alrededores y de los restaurantes de la zona son aún mejores. Las plazas de las Iglesias, de donde salen y a donde vuelven las procesiones, tienen excelentes tascas típicas. Entre otros lugares clásicos, también están la Sociedad de Plateros, la taberna La Montillana, las Bodegas Mezquita, la Taberna San Cristóbal, el restaurante La Almudaina o Casa Bravo.

Desde los flamenquines de todos los ingredientes imaginables en El Patio de María, en la calle Don Rodrigo número 7,  a la tortilla de 12 kilos en Santos o a las berenjenas fritas del bar de Casa Pepe, las propuestas son de toda índole y precio. Pero siempre deliciosas.

Los puestos de caracoles en las plazas, las churrerías, las nuevas  casas de té moro y los patios para tapeos variados rivalizan con las freidurías de un pescado excelente; no olvidemos que todo lo que sale del mar en Málaga, Cádiz o Huelva tiene que pasar  por la ciudad de Córdoba, por cuestiones geográficas,  en su camino hacia Madrid.

Para los que aprecian la cultura andaluza a palo seco, sin ínfulas y sin descafeinar, la Semana Santa de Córdoba les sorprenderá por ese carácter majestuoso y reservado a la vez, esa autenticidad tan de andar por casa y ese recorrido por los siglos de la historia española que la ciudad propone.

Si además, se encuentran por las calles al “Rescatao”, al Cristo de la Buena Muerte de San Hipólito, a la Virgen de la Paz en los Jardines de la Merced meciéndose con el son de “Campanilleros”, al durísimo e impresonante “Esparraguero” en alguna callejuela estrecha o a la Señora de Córdoba – La Virgen de los Dolores- con su séquito y poderío, nunca lamentarán haber elegido a Córdoba para una semana inolvidable.

Pero no se apuren: si se lo han perdido este año, el año que viene probablemente será mejor. Porque Córdoba se lo ha propuesto. Y además, aún nos quedan abril y mayo, con las Cruces, la Semana de la Cata de Vino Montilla-Moriles, el Concurso de Patios, la exposición de Flora y la Feria. Pero todo eso, lo contaremos otro día en estas crónicas desde Córdoba.

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