Melodía primera.Hasta ahora empezaba la primavera con la dulce ascensión espiritiual que ya está llegando y terminaba con el bicarbonato de tener que rendirle cuentas a Hacienda somos todos. No se sabe cuándo será la nueva declaración de la renta con la retención del diez por ciento, pero tanto se ha repetido el «somos Iglesia», que se han fundido las dos cosas y al final los cofrades tendrán un padre, que es el Estado, y una madre, que es la Iglesia, a los que aportar sin poder escaparse.
Fuerte de bajos. Pagar sería más decoroso, casi bello, si uno supiera que el dinero que es suyo y del que se tiene que desprender se emplea bien, y que además tiene alguna contrapartida, una pequeña compensación de forma que no sea un atraco puro y duro, como pasa tantas veces con Hacienda al ver las noticias de tantísimo despilfarro. Más aún, si incluso cuando no hay que dejarse caer con el diez por ciento y cuando hay problemas que resolver se fuese muy Iglesia, pagar sería hermoso.
Trío y coda. Pagar sería entonces casi una delicia, porque no habría que ver cómo a dos hermandades se les ha echado de su iglesia para entregársela a católicos muy comprometidos, nadie dice que no, pero que aunque son de tener mucha familia, en cosas de Iglesia les enseñan la puerta de salida a los cofrades, sus hermanos, y se las cierran a todos los demás hermanos. Ojalá sea Iglesia la Hermandad Universitaria cuando tenga que buscar casa para sus titulares y no le apliquen la moratoria del diezmo en esta dulce primavera que para ellos no debería ser como la cuenta atrás para un desahucio.
Semana Santa
