Luis Miranda el 09 feb, 2016 (Escrito y leído para el programa «Paso a paso», de Canal Sur Córdoba, en la Cuaresma de 2013, inspirado por el Via Crucis Magno de Sevilla) Y qué ganas, Señor, de coger la cruz. Me invitaban los ojos que esperan sin desmayo, la voz que sólo puede pronunciar dulzuras. El mundo era un ágora de prisas, un camino donde importaba más el número de puertos que lo que cada lugar dejara en el alma. En el trajín atareado de este tiempo, Señor, hasta tu Cuaresma la vivimos como un descuento frenético de días. La cruz de tu ceniza, la promesa de que algún día nos llamarás, si lo merecemos, a la plenitud de la Vida, todavía quemaba en la frente. Convertíos a mí de todo corazón. A veces pasas por la Cuaresma como en un paisaje, como el protagonista, desde luego, de un cuadro lleno de belleza. Como si estas tierras de atardeceres y tibiezas que se pegan a la piel fuesen siempre como decía Santa Teresa. Aquí, con no pecar basta. Pero en este mundo que atruena con ruidos, siempre te haces oír con el silencio. En el vértigo de los relojes se pararon las manecillas y otra vez sonaron tus palabras aliviando todos los agobios y refrescando todos los cansancios. Me agarraste por la mirada que perdona. La mirada que ama hasta el final de las afrentas y no las tiene en cuenta. La mirada que dice que en la balanza el arrepentimiento pesa más que mil pecados. La mirada que repite que tu yugo sólo se entiende con la humildad y la mansedumbre. La mirada que se baja a la soledad del hombre y le acompaña. La mirada que ata con el hilo invisible y consolador de la ternura. La que me dice, Señor, que en esta Cuaresma no te cansarás de invitarme a una honda y dulce Conversión. Cuaresmario Comentarios Luis Miranda el 09 feb, 2016