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Blogs Jugar con Cabeza por Federico Marín Bellón

Que no nos vuelen la cabeza en Sudáfrica

Federico Marín Bellónel

Si acaso importa el fútbol, la oportunidad es histórica. Nunca unos profesionales tan unidos y bien armados cruzaron nuestras fronteras camino de la guerra mundial pelotera. Durante décadas, a aquellos soldados y a los ciudadanos condenados a insuflarles aliento les enseñaron que las batallas se ganan con los testículos. El único camino posible, recitaban los maestros, es saltar a las trincheras con la vena del cuello como un vagón de metro en servicios mínimos, correr cual galgos y sudar la camiseta hasta desangrarse. Por más que el pelotón se estrelló contra toda suerte de muros, la conclusión era invariable: quemen más madera y gasten más furia.

Aficionados argentinos entrenan el intelecto en Ciudad del Cabo. Foto: AFP

En estas llegó un entrenador sabio y zafio a la vez, emprendió un plan Renove puesto en duda hasta por su mujer, se conjuró con una panda de enanos amarrados a una torre y nos dio la alegría del siglo, ya sin generalísimo ni Marcelino pan y vino. Pero, y esto aún lo esconden las crónicas, el verdadero milagro ocurrió después, cuando el visionario cedió su puesto.

De lo más profundo del bosque surgió otro iluminado humilde cuya mayor virtud era la ausencia de cosquillas. Y créanme que se las buscaron. Aquel hombre de cabeza enorme sabía, como el otro, que lo del balompié no es cuestión de gónadas, por más que el colgajo, según en qué circunstancias, es preferible tenerlo generoso.

Casi tan poco pretencioso en lo físico como su antecesor -lo echaron de casa por feo después de ganarlo todo-, nuestro segundo druida llegó a mejorar la receta. Descartó tentaciones incluso en los peores momentos, con un enjambre de expertos resultadistas zumbando aliños de emergencia. En unas horas enfrenta a sus muchachos a una batalla que la historia les da por perdida. No es descartable que la armada sea derrotada por los elementos.

Lo único seguro es que nuestros hombres conservarán el legado y nuestro líder, la cabeza. El ejemplo brasileiro, incapaz de mantener limpia su identidad o su camiseta, debe servir de ejemplo. Lo que sostiene el orgullo no es caer con la nariz rota, sino con la frente alta y la tranquilidad de haber hecho lo que mejor sabemos. Ya nos traicionará el futuro. Mientras sea posible, mantengamos viva la llama que varias generaciones han compartido el privilegio de contemplar. Ganar de cualquier manera es disfrutable, pero ganar así sólo está al alcance de los elegidos.

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