Como espectáculo, el partido de hace unas horas apenas ha ofrecido un par de ráfagas y la jugada colosal de un genio, una miseria para los mil euros que se pedían en la reventa. En el resto de apartados, salvo el de la emoción, no valdrá ni para terminar de desacreditar ante los suyos a un tipo muy listo, mal actor y peor estratega de lo que él mismo se imagina, y que prosigue en su soterrada pero persistente campaña para que el antimadridismo germine más allá de nuestras fronteras.
Mourinho, en un mal momento. Foto: Efe
Era cuestión de tiempo que en alguno de los cuatro clásicos se liara. Se calcula que 350 millones de personas contemplarán el gran duelo por fascículos de la Liga española, del país campeón del mundo. En muchos sitios nos miran con envidia y, a partir de ahora, puede que hasta con un poquito de asco, porque hemos dado, no solo ayer, una imagen lamentable, antes, durante y después de cada asalto.
El propio entrenador del Real Madrid declaró tras el 0-2 que asco era precisamente lo que sentía “por vivir en este mundo”. Alguien a quien aún escuche, una quimera, debería explicarle que su contribución a que el mundo (al menos el del fútbol) sea un lugar menos agradable no es precisamente menor. Su comparecencia ante la prensa fue un ejercicio de cinismo y de hipocresía para intentar disimular los errores propios que solo convenció a una parte del madridismo, quiero pensar que pequeña. Si Guardiola se había inventado un modelo de entrenador, el que se queja de los aciertos del árbitro, el portugués fue más lejos al crear otra subespecie, la del que llora por los errores en partidos en los que no participa.
Admito que su papel de brillante villano contribuye a mejorar el drama, a acentuar la tragedia y a disparar el consumo de prensa y televisión, pero a los que nos gusta el fútbol y no solo ganar (lo de ser de determinados equipos ayuda bastante) nos ha arruinando la prometedora alineación de planetas que el destino nos había preparado, el que podía haber sido el mayor espectáculo del mundo. Si ya es obsceno el dinero que mueve el balón, que luego se dilapide en una pelea sobre el barro lo convierte en una estafa, por más que el ganador siempre sepa no ver el bochorno.
A ningún lado de la trinchera había inocentes. Ante la propuesta de los tacos por delante y la intimidación (de vergüenza con una plantilla tan fabulosa), los del Barça optaban por la exageración en cada caída. También había infiltrados de cada estrategia con el equipo cambiado. Una ruina para el fútbol. Luego, montescos y capuletos coincidían a la hora de acorralar al árbitro (poco les duró el respeto por el europeo, con la práctica que tienen en amedrentar Undianos). Ahí los 22 eran los putos amos, en HD para el mundo entero. Además del daño causado a una imagen de juego limpio labrada a fuerza de no responder ni a los karatecas como De Jong, ya veremos si esta guerra no se abre una fractura irremediable en la Roja. Eso sí que sería imperdonable.
Sobre el estratega de la hierba alta, me gustaría dejar una última consideración, tan subjetiva y opinable como cualquier otra. Soldado cobarde vale para dos guerras, pero quizá no para tres. Un tipo tan listo, al que no le importa ceder el balón, dar pelotazos y despoblar el centro del campo de artistas para dejar paso al estibador, ¿no había previsto que un día le patinara la motosierra? Porque al compatriota no le faltaban antecedentes, sin que desde fuera se perciba el menor atisbo de propósito de enmienda o la más leve autocrítica.
Magnus Carlsen, quizá el ajedrecista más completo del planeta y merengue confeso, tuiteaba con humor que empezaba a darse cuenta de que apoyar al Real Madrid se parece un poco a apoyar a Kramnik o a Anand. Yo no me escondo. Soy del Atleti y hace algún tiempo escribí esta entrada, a propósito del 5-0.
Por último, tampoco pretendo disimular mi profesión, aunque la mezcla de torpeza y manipulación de la que hizo gala un diario deportivo (seguro que ya sabes cuál fue, porque además no es la primera vez) es para mostrarla en las escuelas. Os dejo la primera versión, de las once de la noche, y la corregida, pocos minutos después, imagino que después de una bronca al tonto que conseguía demostrar lo contrario de lo que pretendía.
P.D.: Quiero añadir un comentario, ya que el párrafo anterior ha suscitado cierta confusión, a buen seguro porque no me supe explicar debidamente. La segunda imagen no está retocada, sino que corresponde a un instante anterior de la misma jugada, una entrada de Pepe que en mi opnión está al límite entre la tarjeta amarilla y la roja. Lo que considero manipulador es que en el diario en cuestión descubrieran que titular y fotografía no apuntaran en la misma dirección y decidieran elegir otra más “suave”. En una manifestación, por ejemplo, cualquier fotógrafo sabe dónde apuntar su objetivo para que cuatro gatos parezcan una multitud o para encontrar la única baldosa libre de la plaza. Hecho con intención, es otra forma de engañar, bastante frecuente, por cierto.
Sobre los insultos de unos pocos, me sigue haciendo gracia que recurran a ellos para defender el supuesto juego limpio de los suyos. Me recuerdan al tipo del chiste que entraba en una librería y preguntaba: ¿Tiene el manual para hacer amigos, calvo de mierda?