En el último número de la revista «Jaque», una estupenda entrega doble dedicada en gran parte al inabarcable festival de Ciudad de México, Leontxo García escribe un artículo muy interesante sobre la psicosis que ha invadido los torneos por la infinidad de trampas que ahora son posibles gracias a la revolución informática.
Con el caso de los ajedrecistas franceses en la Olimpiada todavía pendiente de resolución, el periodista cuenta lo que ocurrió con un jugador sospechoso en Benidorm. Allí se celebra cada año otro festival, más modesto que el de México, pero con buenos premios incluso para los aficionados, lo que podía hacer aún más tentador para alguno la posibilidad de recurrir al «dopaje electrónico».
El letón Edvins Griezne llegó con un Elo de 2012 (nivel aficionado, que nadie se ofenda), por lo que en teoría tenía difícil ganar en el grupo de menos de 2.300. Sus resultados y su costumbre de mantener la mano izquierda pegada al muslo despertaron toda clase de teorías: unos decían que se comunicaba con alguien por código Morse o por método Braille, otros pensaban que llevaba encima algún ingenio informático… Cuando las partidas se retransmiten en directo por internet, no hace falta explicar que las posibilidades de ayuda exterior se multiplican.
Hoy en día, además, los programas que corren en algunos móviles tienen una fuerza considerable. Basta ir al servicio en el momento justo para dar con la jugada clave que puede decidir la partida. (Otro día cuento el caso de un conocido tramposo en Madrid que se dejó la chuleta olvidada en el servicio).
Al final, los árbitros decidieron obligaron a todos los jugadores a mantener las dos manos siempre a la vista (salvo los mancos, es natural) y se instaló en la sala un inhibidor de ondas. Griezne jugó igual de bien y Leontxo acabó convencido de que era inocente.
Manuel López Michelone, Eduardo Scala, Leontxo García y Javier Vargas, compañeros de profesión y de mesa en México
El caso es que ir a jugar un torneo de ajedrez, aunque los premios sean modestos, ha cambiado para siempre y, probablemente, para mal. Lo que sigue siendo un lujo es poder compartir experiencias con gente tan fantástica como la que me acompañó en México, empezando por el editor de «Jaque», Yago Gallach, el propio Leontxo García, Miguel Illescas, el polifacético Eduardo Scala, Manuel López Michelone (también será obligatorio hablar de sus libros en alguna ocasión), Juan Escourido, Nadjia Wittman, Carlos Ilardo y Graciela Manteiga… En fin, que no se han inventado los blogs para ponerse tan pegajoso.
Ajedrez Federico Marín Bellónel