Ni Carlsen pudo con Nakamura ni Ivanchuk con Aronian (los cuatro tenían posibilidades matemáticas de ganar la Final de Maestros), por lo que el título se resolvió en las partidas rápidas de desempate, el tie break del ajedrez. El número uno del mundo demostró ahí que por sus venas corre aceite de motor. El genio, por el contrario, quizá se maldijo a sí mismo por su falta de instinto asesino, defecto que le ha impedido hasta ahora proclamarse campeón del mundo. Y se acaban los trenes, aunque el próximo Mundial sea el de los cuarentones.
Ivanchuk, en la partida definitiva, comprende que está perdido y Carlsen se agita aliviado en su silla
El ucraniano es quizá el jugador más querido del circuito. Al principio de la segunda vuelta de la Final de Maestros llegó a tener seis puntos de ventaja sobre los segundos (las victorias valen tres puntos y los empates, uno). Pero en su cabeza no cabe la posibilidad de especular; ama demasiado el ajedrez. Con su derrota frente a Vallejo y algún otro error (perdió sus dos encuentros ante el noriego) permitió que este lo alcanzara. La consecuencia es conocida: otro gran título que se le escapa.
El noruego, con la tradicional txapela de campeón
En el acto de clausura, Carlsen explicó que «la clave» para su triunfo fue su «victoria con negras sobre Ivanchuk», que le hizo «creer de nuevo en las posibilidades de ganar el torneo». En Twitter, más expresivo, afirmó que siempre pensó que se levantaría.
Entretanto, Anand se salvó de quedar el último gracias a su victoria final sobre el español Vallejo, animador del torneo con sus tres victorias, pero inconsistente a la hora de arrancar algún empate más. Otro día debatiremos sobre si existe la suerte en el ajedrez y sobre si Paco la tuvo buena o mala en Sao Paulo y Bilbao.
¿Dormidos o concentrados? La partida no ha empezado
El campeón del mundo, por su parte, deberá revisar su propio juego. O su cabeza. El Mundial del año que viene en Moscú no está tan cerca como para justificar su falta de motivación general. El sistema de juego en este Masters, por otro lado, parece haber salido reforzado con el espectáculo ofrecido. En defensa de Carlsen cabe decir que con la puntuación tradicional (un punto por victoria y medio por tablas) habría ganado sin necesidad de desempate.
Ajedrez Federico Marín Bellónel